miércoles, octubre 29, 2025

Lembranza da Rosinha: la historia del policía Z con un Dispositivo Jota


CUENTA LA LEYENDA que en La Rosinha de Rio de Janeiro patrullaba un raro policía que creía en la verdad, la perfección del sistema legal, en la seguridad y en los valores de Orden y Progreso en Brasil y tenía una combinación de policía autoritario parecido a Callaghan de la película de Harry “El Sucio” y de policía yoguini parecido a Josh Harret de Hollywood: Departamento de Homicidios.

El servidor de la Ley se llamaba Joao, provenía del sector pobre de la población y sus camaradas lo llamaban policía Z en referencia a la simbiosis de sus valores democráticos, de respeto a la ciudadanía y porque en la guerra en contra del crimen organizado apretaba el gatillo y después preguntaba. Su día a día transcurría en una comunidad teñida de prácticas corruptas en su institución, violencia en las calles, maconheros favelados, y clases online de yoga y meditación.

En interacción con su jefe, en la delegación sede de bandidos sueltos y tras las rejas, el superior lo miraba con cara de qué nuevo derecho humano habría de comentarle en la oportunidad y la conversación siempre terminaba con el mismo diálogo, le decía el comisario:

 

-                     Zeta, si quieres reír tienes que hacer reír. -Refiriendo a que debía tener cintura entre la aplicación del modelo del policía autoritario, conocido como el policía malo, o policía X; y el policía al servicio de la Ley, policía bueno, o policía Y.

El policía Z todas las mañanas se uniformaba de Policía Militar azulynegro camuflado, calavera tatuada en la piel, en la cintura llevaba su arma reglamentaria, se protegía con un viejo chaleco antibalas, y un obsoleto dispositivo telefónico al que había denominado Jota entre sus otros aparatos tecnológicos por la inicial de su nombre.

Como una mañana regular empezaba en la delegación con una clase de yoga, meditación, y respiración controlada, al estilo de control de criminalidad, despacito sin que Harry El Sucio se despertara en su interior. Sonaba el viejo dispositivo Jota y debía salir a la calle. Ese día era para lo que se había preparado: el narco bombardeando La Rosinha con drones, ametralladoras, bota táctica militar Under Armour en pie bandido; el narco opera dispositivos electrónicos desde puntos de conexión móviles, escudándose en la población de la favela, emitiendo órdenes y contraórdenes a sus halcones (menores de edad, taxistas, repartidores de aplicación) que son sus ojos en el terreno. Franja de Gaza en cartografía Carioca.

Y el dispositivo del policía Z ya es obsoleto, su arma reglamentaria, su chaleco, y nada mas que su formación en la escuela de policía militar de Brasil. Una vez en el morro el policía Z no es un camaleón, es amarillo cuando todo se tiñe de humo negro. Transpira frío. Camina en los pasillos de La Rosinha y huele perfume francés, se dirige a la locación y por la ventana de una vieja instalación logra divisar en el interior a unos jóvenes con headset con micrófono colocados, flacos, dedos largos y finos, que tipean y cliquean a toda velocidad, gritan, y ríen. Fiesta. Gatillo fácil del Counter favelado. Vía dispositivo Jota da aviso a su base de la locación de comando y control de la organización que se resiste a la acción policial y estatal de represión de la droga y el delito. Silencio.

Resiste unos momentos más y las detonaciones aumentan. El perfume se disipa. Silencio en su dispositivo obsoleto. Inhibidores de señal. El dispositivo Jota muerto. Y el dispositivo militar que coordina las acciones de control de criminalidad en La Rosinha intervenido. Silencio en el dispositivo militar que trazó el Estado para repeler la acción del poder paralelo que resiste con uñas y balas el dominio territorial de La Rosinha. Ante el silencio, se persiga, mira los brazos extendidos del Corcovado, y abandona el traje de policía Zen, se viste en piel de policía malo y Harry El Sucio irrumpe en escena y da muerte a los adolescentes que comandaban los drones que atacaban a sus compañeros morro abajo. El enemigo sin saberlo se amontona en cadáveres; el grupo de adolescentes comandó sin saber un escuadrón de drones que atacó a la policía.


Policía Zen ese día termina en el confesionario del cura, abatido de dolor y tristeza por haber neutralizado el centro de comando y control del narco en La Rosinha. El día termina contrariado por matar al que juega con la violencia sin saberlo. Rio de Janeiro humea. Las transacciones cripto continúan su flujo en las conexiones de todo el Mundo. Y la entropía del sistema se mide en acumulación de cadáveres. Y el malandro se pregunta: ¿tendré suerte el día de hoy?.-  


martes, octubre 28, 2025

La estación de fuego: inoperositá corporis: la nueva felicidad

El fuego enseña cercanía y a la vez lejanía. Imágenes que transportan al sentir la ausencia y la presencia. El fuego en su crepitar fluctuante e impredecible remonta al paso del tiempo irreversible, irrevocable el chasquido de la chispa que detonó es irreproducible un tren que pasó, un vagón que sonó, un durmiente que tronó. Mientras en la estación pasa y pasa otro vagón ya nada será igual en la ausencia, ya todo será diferente en la estación. Porque si sólo te quedas mirando e inoperante la estación es de fuego: el cuerpo está en descanso: es una nueva felicidad, la delicia.

Con el cuerpo inmóvil lo tienes todo y sólo estás en la estación y te quedas ahí: "...en esta constelación de besos,/ en este mes ardiente/ con mi sonrisa y tus brazos,/ (...)/ en este resplandor de dicha,/ en esta estación de fuego./ (...)/.". (Estación de Fuego N. Silva Pág 9. Julio 1991. Comp. El Territorio. Impresión Panorama.).

Quedarse y estar en una estación es una forma de ser y estar en el universo porque por más que la que la constelación de besos se dibujen de diversas formas siempre estarán las estrellas pintadas en el lienzo del cielo. El cuerpo inoperante del otro será el firmamento donde se dibujen constelaciones de dolor y de placer, de amor y de odio, de angustia y de paz. Y en esa inutilidad del cuerpo, cuando ya nada queda por hacer más que solo estacionar, ubicarse en la estación parar detener la marcha y contemplar el fuego.

La inoperositá corporis es ver el estado de cosas o el estatus del ser. Y del existir que se destruyen. Para que el dolor sea la mejor docente de las experiencias vividas y por más que haya otro cuerpo en el momento de la inoperositá, de inutilidad, de inanidad o de inoperositá ya nada queda por hacer mas que solo yacer. La inoperositá corporis es una forma de estar y de estacionarse, en la estación, en una estancia de fuego. Y en esa estancia  es cuando el universo arde, como cuando arde el Reichstag y las leyes se queman y no resta edificio por amar, la sede del amor es solo la inoperositá, la nueva felicidad, una delicia.

Y años más tarde el dolor enseña y es docente que enseña con brutalidad y el alumno se rinda a la contemplación, ya no se puede aprender más que solo la pérdida y la soledad. Con angustia la estación de fuego es un espectro del amor que fue en el pasado. Ya que una estancia de esta naturaleza es condicionada a su alimento: al roble o a la paja que alimenta el fuego. Sabiendo que no resta nada más que enamorarse de los propios errores y hacer de ellos una razón de estar (raison letatt). Admitiendo que siempre los errores serán la causa primera en el segmento lineal del tiempo y la verdad siempre será la última estación o la penúltima estando en la inoperositá de la estación.

Al apretar la mano del otro cuando no vemos ni oímos más que el vagón que nos toca y ya no se debe subir porque su destino es el final del poema. Y en esa finalización sólo queda el juicio y la condena sin jamás darse tregua y sin piedad hasta romperse las almas.

Y tratar de movilizar el alma en esa estación de inoperosidad es reconocer que las piedras parecen más tiernas que la carne y que el fuego de un pasto seco más luminoso que el sol. La contemplación de la belleza y de la estática de la estación de fuego radica, no en la acción sino en la nueva felicidad del ser o en la condición hipnótica del fuego. En la belleza la eternidad del momento efímero hace sublime algo pasajero y aprendemos que la felicidad no consiste en ser el último o penúltimo poeta de la historia de los tiempos y de las estaciones, sino entregarse completo a la inoperosidad del cuerpo, ya que ser poetizado por algo o alguien que no conocemos eso es la felicidad: una delicia.

 

Interludio : 

Enseña el fuego de calidez en invierno y de cobijo al frío. En la intimidad del hogar la llama flamea, sus brasas parecieran eternas, la madera que lo alimenta huele a monte nativo. El fuego también enseña piedad y compasión en el momento en que los amantes se rinden de placer y la llegada del tiempo inoperante es iluminado entre claros y oscuros. Cuerpos desnudos. Rendirse a la belleza del otro, del fuego que mata, y a la existencia del leño, es un eterno recuerdo del no matarás y como un vil homicida al fuego hipnotiza y se lleva consigo todas las atenciones. Quinto Mandamiento: "No matarás", y viene el cambio de marcha a fondo del pedal, el motor de la locomotora pide más solo. Y viene una nueva marcha que imprime una nueva la velocidad: más acción.

Pero es una sobremarcha de felicidad para no gastar más de lo debido en territorios de fuego, latitudes inéditas que subyacen en vestigios de una civilización tropical como si fueran las autopistas de Obebrecht jugamos a rápidos y furiosos entre sábanas de la vieja Panamá y prendemos el fuego de las gomas con el alcohol del ron y la brasa del tabaco nos escondemos en el humo de la pista y aplastamos la noche a toda velocidad... yo tan Toretto, vos tan Leticia. De pronto el fuego baja y denuncia una estación que quedo atrás en el tiempo quemada, ardida, resentida, ida, y desde su ceniza surge un fénix de muerte y desatino. Una última llama viene con delirio y el cuerpo se abandona y el tacto otra vez en el olvido…  Que me ha enseñado el fuego: la delicia, yo tan Toretto, vos tan Leticia…

En la memoria del incendio solo queda un espectro, una casa abandonada, la lámpara del genio extraviada, un chorrillo. Y como el político que no cumple con su promesa de apagarte el fuego con mis besos y lamerte tanto los labios que hasta tu boca se pusiera celosa fuiste una flautista que se llevó los niños de mi inocencia. Ya no tuve donde esconderme y allí quedo mi corazón oculto, reservado, clandestino, navegando en privado, un punto móvil, para sentirme un gigante invulnerable, pero corriendo el riesgo de siempre tener que volver por recuerdo. Y en ese domicilio sentirme de nuevo vulnerable y en el fuego de una nueva llamarada, en un nuevo domicilio, remita nuevamente al quinto mandamiento y me abandone al recuerdo, a lo ido. Un fuego lento, fantasmal y la ternura de tus besos que antes corrieron en el Chorrillo, una delicia, yo tan Toretto, vos tan Leticia...


Amar en siglos: la interconexión entre la estación de fuego de Numy y la Jerusalén Liber-tada (JL) de Don Torcuato.

El odio, el rencor, la inmediatez, la distracción, la tristeza, el dolor, la revancha y la venganza andan sueltos en el Mundo como andan sueltos los demonios del hambre, la envidia, y el deseo de quitar al otro lo que es objeto de anhelo. A veces esos demonios quedan atados a la cama de historias pasadas y oscuras y sus patadas lastiman a inocentes y otras veces salen a la luz por imprudencia de las personas en andar revolviendo viejos conjuros del pasado. Una forma de exorcizar esos demonios es pensar en imágenes que la humanidad ya tiene demostradas que en la Eternidad funcionaron para su salvación, remisión, paz y sosiego. Experticia.  

Dos imágenes proyectadas en el tiempo que se interconectan y traen ecos íntimos del ser Universal y selladas en el corazón de la Humanidad; por un lado, el poema de Don Torcuato Tasso, en Jerusalén Liber-tada (JL); y por el otro, el poema de Numy Silva en Estación de Fuego (EF). La conexión de las imágenes del amor y sus repeticiones en el tiempo pese a las circunstancias y vicisitudes que debe sufrir cada humano en particular siempre será una forma de sanar y curar heridas. ¿Una imagen arde de amor en el tiempo? ¿Qué relación hay entre tiempo e imagen?

Don Torcuato JL da la imagen inicial del encuentro entre dos guerreros, enemigos, y enamorados; Tancredo y Clorinda:

 

“…cansado Tancredo (…) detúvose para refrescar sus ardientes labios y descansar (…). Aparasiósele de repente una joven toda armada excepto la cabeza. Era pagana y había ido allí también buscando paz y descanso…”. (Jerusalén Libertada. Torcuato Tasso. Página 19. Ed. Iberia 1947.)

 

(‘Armida en la batalla frente a los sarracenos’ (1628-1630), óleo sobre lámina de cobre de una serie del pintor David Teniers el Joven que ilustra la ‘Jerusalén liberada’. En el Museo del Prado Heritage Images / Getty). IMAGEN FUENTE: Diario La Vanguardia.

Medio Oriente, cerca del año mil, cayó Constantinopla, y los Cruzados al mando de Godofredo de Bullón avanzan implacables a Jerusalén donde manda el temible Rey árabe Aladino. En esta imagen dos enemigos toman conocimiento uno del otro. Ella persa, él católico. Se saben de bandos contrarios, pero en lo profundo del ser el deseo es más fuerte, ya que en una brutal guerra en ciernes surge una relación de amor entre dos elementos de bandos contrarios. Ambos saben que uno de los dos perecerá, sin embargo, se rinden a la intensidad de la sensación, del sentimiento, y del querer. El acero moldea las circunstancias y el amor irradia de ambos con la luz de una hoguera que arde en el tiempo.

Ese momento eterno de paralización, de suspenso, de aprisionamiento en que dos personas se conocen es captado por la letra en verso libre de Numy en su poemario “Estación de Fuego” (E.F.) y el poema “Te amo en Siglos” dice:

 

Cuando te conocí│el tiempo paró su transcurrir│ y el día dejó│ de componerse de veinticuatro horas│ y pasaron a ser siglos│ sin tu presencia. │ Sin embargo,│cuando te tengo│ las horas se vuelven segundos│ y te amo en siglos. (Estación de Fuego N. Silva Pág 13. Julio 1991. Comp. El Territorio. Impresión Panorama.).

 

Foto de Tapa del Libro Estación de Fuego de Numy Silva. 

Cifrar una imagen que está en el tiempo es descifrar una contraseña de acceso a un mundo, a una realidad, a una emotividad guardada en la memoria del lector ya que se dice que la persona es una database caminante. “Cuando te conocí / el tiempo paró su transcurrir…”  es un dibujo que brinda un paisaje de ingreso y acceso a la razón, a la sensación, y a la emoción; la poetisa contemporánea traza un camino ancho, un sendero allanado, detenido, pausado que indaga ¿en qué punto está? Ambos escenarios marcan un punto de encuentro con el lector que viene de otras latitudes emocionales, de sentidos diversos y tiempos distintos, pero que siempre que confronten estas imágenes verán la suspensión del tiempo en el amor.

En JL los labios de Tancredo arden y ella busca paz y sosiego; y en EF amar en siglos se paraliza eternamente en una estancia liberada de odio. En el amor y en la guerra todo vale y en sus enigmas el conocimiento del otro es un instante único, indecible, e irrepetible. Mariposas. Conocer al otro amado es la paralización del tiempo, es como cuando el bailarín en danza realiza la fantasmata, y queda en puntas de pie, una obra de arte en movimiento. Poema: el demonio sucumbe, la patada más brutal, su final radica en la sede del amor. La imagen queda aprisionada en el tiempo. Arde eternamente, brasa roja, llamarada azul. Sin embargo, Tancredo y Clorinda empiezan una relación destinada a la ceniza.

 

Triple Ausencia

Por obra de un encantamiento creativo de la poetisa la imagen se compone de presencia y de ausencia del ser amado. Respecto de la presencia la imagen se consume de tiempo velozmente y en la ausencia queda pausada en un segundero gota a gota, un reloj de arena que cae en cámara lenta. En EF surge una triple ausencia respecto del no estar con el otro amado, no ser ese nosotros que somos cuando estamos con el otro amado, y la cancelación de la autopercepción de no ser amado por el otro. En estas ausencias la fantasmata, el bailarín prolonga su danza y la transforma en siglos. La llama decrece, ya no es una llamarada, la brasa se disipa, la ceniza aparece. Y con la presencia del ser amado se acelera la imagen, arde la carne, el fuego se cataliza, y la existencia se calienta. El viento de amor sopla y combustiona el fuego, la ceniza desaparece…

Amar en siglos es un chasquido de dedos, pero cada fracción de segundo en que resuena el eco de ese sonido es un buque corsario que navegamundos con el cielo a tope con una única brújula en el corazón. Atrás el maderamen del Muelle del Tiempo en el pacífico chileno y adelante aguas calientes de Saona con el murmullo del ron, el tabaco dulzón y la lubricación de su aceite de coco. Ya nada queda en la inteligencia y la signatura de amor encuentra en su programa de estudios la asignatura de pasión, afecto, sexo, y animalidad. El navegamundos corsario es la pulsión de querer compartir con el otro, sabiendo que en su triple ausencia el amor está partido.  

 

Volver a JL

Tancredo abandona el Mar Mediterráneo y dirige sus soldados por las playas de Gaza en un camino ancho. A su paso el camino que era ancho se pone sinuoso, estrecho y pedregoso cuando aparece Clorinda armada, con anhelo de paz y de descanso. Ella adopta una conducta varonil y quiere pelear con el enemigo. La guerra se complica, y la vía se vuelve estrecha.

Para la poetisa que pasen siglos sin la presencia del otro amado confluye en una angostura de imagen que quema en el corazón, porque ya nada se puede racionalizar, pese a que también queme en la cabeza, la panza, y se cargue una Cruz sobre las espaldas en ausencia del otro amado; o el desgano de vivir, y todo se vuelve ansiedad por volver al otro o depresión al dejarlo. Sin embargo, a letra seguida, lo que es ausencia, oscuridad, tiniebla y frío toma color y calor con la lumbre de una hoguera en invierno cuando “…te tengo…” y ya no te quiero dejar ir.

En el poema el proceso que en la ausencia se detuvo, quedó inmóvil y paralizado, en suspenso en el tiempo, vuelve a convertirse en una película de acción como si fuera el hechizo de una brujería poderosa; gana acción y movimiento condimentado con enigma y pasión y la imagen se llena de expresión, significación y dialoga entre lenguas -interlingua-: imagen poseída. Y en la posesión, como si se tratara de un demonio que usa un cuerpo, se produce una interconexión entre paralización, acción, enigma, amor, dolor, odio, tristeza, verdad, pasión, imagen en la memoria del lector, letra en el papel, y peligrosidad en el pensamiento, ya que “…cuando te tengo…”  la imagen se cataliza: arde.

Arde el pensamiento como ardientes fueron los labios de Tancredo y lo que resulta peligroso no son los pensamientos por verla a Clorinda sin su casco, sino que lo que resulta peligroso es el pensamiento por saber que uno de los dos perecerá en ese amor. Ceniza.

La poetisa en pocas, sílabas, renglones, y oraciones, en verso libre, parece no encontrar una vía de salida y explota de pasión como sólo la mujer puede dar al varón: “… te amo en siglos” en una época donde pareciera que el poema no tiene final y ser contemporáneo de otro es sentir igual, más allá de la distancia en el tiempo existente entre quien escribe el poema y quien lo termina leyendo. Porque en definitiva somos tan contemporáneos de Tancredo y de Clorinda en esa Estación de Fuego que Numy dibuja como tan contemporáneos somos de la estación Clorinda, en Formosa, Argentina, o el puente Tancredo Neves en la Triple Frontera, o Don Torcuato en Tigre.

 

El Final del Poema

En una época del final del poema que resulta tenebroso por la asunción de la máquina y de la inteligencia artificial (IA), en que los hombres son incapaces de amar y sólo conocen el odiar a los demás, sin tregua, sin piedad, sin necesidad, y sólo por la sed de quitar, por el ánimo de revancha y apetito de vengar un ego herido se escucha que “todo vuelve”, o que, desde luego, si “a hierro matas a hierro debes morir”, según sentencian los jueces universales y gatillos fáciles de la lengua hipócrita, cuando en realidad si cada uno se mirara en el espejo ardería en siglos y ya no importaría el ayer, el paso en falso, el arrepentimiento o el pecado; ya no importaría el mañana y la angustia o la culpabilidad de no amar y sería contemporáneo del amor para dar espacio en la emoción y en la sensación. Y así dejar que el demonio pateé todas las veces que quiera para odiar y no verte en siglos o segundos.

Sólo resta amar o intentar amar por más que el otro se niegue físicamente, emocionalmente, socialmente, o económicamente y piense que pagar con la misma moneda será un acto de justicia. “…Cuando te tengo…” los segundos queman y ya no soy yo, somos un nosotros y cuando me tenes los siglos no alcanza para amar aquellos besos en la vereda, esas verdades dichas apretados de la mano, esas palabras exhaladas alumbrados por fuego y pasión con nada más que el Universo como testigo. Sólo queda el amor en el tiempo jurado por tus uñas clavadas en mi mezquita. Y mi ser filtrando rayos de luz hacia mi interior. Carne sangrada. Dolor, pasión y satisfacción. Liberación de un sinfín de batallas para explotar en una interminable ánfora de amor.

El poeta da una imagen de una estación de fuego contemporánea y en su poema paraliza la imagen en el ámbar del recuerdo. Y en la pelea entre Tancredo y Clorinda la torre arde y dos enamorados que pertenecen a bandos contrarios luchan por sus creencias. Los amantes ya no pueden más, son soldados, y la disciplina manda pelear hasta el fin. Son entrega plena, no luchan por odio al otro, sino que luchan por amor como lo expresa otra estación de fuego el madrigal Il combattimento di Tancredo e Clorinda de Monteverdi.

Hoy por hoy en los espacios del varón la torre ya no arde, y a diferencia de JL, la IA hace un trabajo sucio y usa al humano sólo como un cuerpo sin amor, sólo al servicio del odio y del rencor. La estación de fuego ya no es de felicidad, amor, o entrega, la torre arde de odio, de dolor, y sin piedad, como ardió el Reichstag en Berlín. Cuando un niño se enferma el remedio suele ser desagradable al gusto; se lo disimula con un premio dulce que haga pasar el mal trago; pero el amargo de la verdad es la cura; depende del niño o niña si desea únicamente mojar los labios en el borde dulce del vaso o llegar al fondo de la verdad porque solo la mujer puede amar en siglos de verdad. Se dice que sólo los muertos conocen el final de la guerra y, en definitiva, será la decisión de la observación del ámbar cristalizado en siglos si se quiere tener odio en segundos; o amar el ámbar en siglos ya que la tarea de un amor en siglos es venir con amor en ayuda del amor, para que, en el amor, el amor mismo no permanezca supuesto en segundos de amor, sino que venga como un acto de amor, al amor en siglos.