Volver al Futuro: La locomotora del Tiempo busca otra Estación de Fuego (Acto Creativo)
Hace unos días cerca del mediodía en la plaza Colón de Córdoba ví un grupo de cuatro chicos jugando a las escondidas y volví al pasado con recuerdos de la infancia. Los niños corrían para esconderse, mientras otro llevaba la cuenta en la piedra, algunos escondidos se paralizaban cuando les alcanzaba la vista, y al cabo de unos minutos todos terminan descubiertos. Sin nombre de cobertura, de repente, apareció el adulto a cargo: la imagen se lentifica, el calor del juego disminuye, el grupo de chicos se concentra en el centro de la plaza, la imagen casi que se paraliza, y la remite a un pasado de inocencia sin prisa. El juego termina. El adulto, el quinto individuo, distribuye bolsas de consorcio a los niños que deben venderlas en el rojo del semáforo frente a los arcos dorados de la globalización de la avenida Colón.
Durante
el juego el ser recuerda imágenes cargadas en su memoria y la aparición del
adulto cataliza el tiempo y lo regresa del pasado al futuro, el adulto del
juego, el quinto sujeto del grupo, el recaudador del producido de los niños
consume la imagen de tiempo. En ese sentido dice, la Estación de Fuego (EF) de
Numy Silva: “…Quédate en esta constelación de besos…”.
La
imagen de los chicos jugando a las escondidas inicialmente parece inmóvil con la
inocencia de esconderse ante el temor de perder el juego. Al cabo de unos
segundos, el chico que lleva la cuenta descubre al primero; es como cuando con
el paso de las páginas de la EF se descubre al primer niño que está escondido.
Así como
en las escondidas de la plaza, la letra en verso de la EF es un espectáculo sublime.
El espectador se percata de que en realidad las imágenes siempre estuvieron
ahí; primero escondidas; después, en cámara lenta se delatan y van directo al
corazón. La extrema lentificación inicial de las imágenes hace un ser inmóvil,
casi petrificado, pero el fuego se alimenta y las chispas viajan al cosmos de
aquellos niños que corren en la plaza para darse la piedra libre los unos a los
otros.
Las
páginas reemiten a una sensación de familiaridad y extrañamiento de imágenes. Un
dibujo escrito. Un ser que lentamente se consume de tiempo, un quinto individuo
del grupo de las escondidas que está ahí presente y que observa el juego de los
niños. Al inicio de las páginas de EF la familiaridad de la letra transporta al
ser y lo lleva a un acercamiento de imágenes comunes. Con paso de las imágenes sobreviene
el extrañamiento de las pasiones y sensaciones: los niños juegan en la plaza un
juego de amor, el espectador sólo mira, no participa.
Con paso
de las páginas de EF, el poema toma acción y ese extrañamiento, hace un
llamamiento al ser e invita a jugar, convoca al sentir: “Escribiré tu nombre /
en la arena / en la piedra / del tiempo / en cualquier rincón / del universo…”
(Página de besos. EF. Pag 29.)
Pareciera
que esa niña que escribe es la niña que vi jugar en la plaza: desea escribir en
la piedra el amor que quiere encontrar y que pese a que lo busca no lo
encuentra. Es una niña que hace la cuenta con los ojos tapados y el deseo
prohibido de la piedra libre la empuja a correr por la plaza, aunque en esta
instancia del poema aún se encuentra en la clandestinidad de la vida privada a
diferencia del juego de los niños de la plaza que ocurre en el espacio público
y gritan a los cuatro vientos su divertimento. Es una niña que aún mayor desea
el encuentro del Nordeste de la vida, arriba y a la derecha, mirando una
coordenada quizá ecuatorial, al centro del Mundo, entre palmeras, arena, mar, y
aceite de coco, una cartografía caribeña que traiga para abajo por la vía del
amor y del romanticismo la locomotora de lo prohibido.
El poema
de EF exige una atención a la que el público no está habituado porque, hoy por
hoy, la reproducción de la obra de arte se acomoda a un espectador distraído.
El espectador es un juez que ya no espera. Todo es instantáneo, inmediato,
efímero, vía streaming. Ya no queda tiempo para disfrutar de la brecha o
intersticio del tiempo y abrigarse en el calor de la llama que dispersa la lumbre
en la oscuridad y se haga ceniza en la claridad.
Contemplar
la estética de la llama, las chispas, y la ceniza de las imágenes de EF es centrarse
en aquellos recuerdos de la infancia del primer amor y con-centrarse en su cine,
en su pasión, en la ternura de sus besos y latidos. Es disfrutar de un juego
siempre presente –como el moverse de los niños en las escondidas-, es el
espectáculo lo que produce placer y en su hendidura el ser hace del tiempo, irremediablemente
irrepetible, un momento partido entre pasado y futuro que está compartido en
presente: las imágenes de EF se comparten como los niños comparten su juego de
la mancha en la plaza Colón.
Crear,
recreo, y re-crear
En
términos genéricos la obra de arte es interpretada conforme a la carga de
imágenes que tenga el ser en su memoria, en su base de datos, ya que lo que
caracteriza a la especie humana es la razón y el sentido común. En esta
característica tal vez la especie humana pueda ser análoga a la máquina.
Sin
embargo, antes de su interpretación se encuentra la instancia creativa de la
obra, un momento específico de la especie humana, y que lo distingue de la
máquina y de las otras especies: la imaginación (imago).
La
creación de una imagen es encontrar el Nordeste de la vida y se produce entre dos
polos opuestos en un clima entre despolarización y repolarización, un clivaje
entre dos campos antagónicos, entre ciudad y aldea, entre juego y seriedad,
entre ajuste y des-ajuste de la clavija de la cuerda de la guitarra, y entre la
rima de las sílabas sonantes o asonantes y el verso libre, o entre la vibración
del sonido y el silencio, entre el gesto y el movimiento del rasguido en el
subir o bajar la mano.
Encontrar
el polo creativo y soltarlo a la realidad para que descienda como un tren
imparable en bajada tratando de que encuentre alguna estación de fuego donde
aparcar. Localizar ese centro creativo es un punto de encuentro donde se
produce el acto creativo.
Crear es
encontrar el polo entre ciudad y aldea, el tono adecuado, la pincelada bonita,
la melodía gustada, la armonía perfecta, el gesto entre suspensión y movimiento,
el silencio en el sonido, entre la guerra y el amor, entre la paz y el odio.
Ese centro creativo aparece explícito en EF en versos de alto voltaje: “…para
ubicarte / en el centro de mi latitud ardiente…” (EF. Pág.
17), el inconsciente creativo emerge y se patentiza en voltajes de una sinrazón
de un fuego carnal que todo lo consume en ser y tiempo pero que intenta mesurar
con seriedad y razón: “…para neutralizar / espigas mordidas de sequía / para
insertar estrellas / en ojeras que amanecen…”, continúa el verso libre del
mismo poema “Voltajes de Ternura”.
Generar
alto voltaje es parte del acto creativo que se sabe con la culpabilidad del
criminal y que ya no le interesa ser descubierto. La clandestinidad de la vida
privada es abandonada y la escondida se juega en la plaza pública. Un criminal
que sabe responsable de su conducta criminosa y se entrega a un juez del tiempo
que declina la competencia y que, como siempre, lentifica todo lo que toca y la
imagen se llena de tiempo. Ojos tapados. El público no ve la culpa del delito, sino
la profundidad de la pasión del criminal, su motivación artística e intenta dar
a cada uno lo que le corresponde.
Quinto
sujeto, adulto responsable. Los niños abandonan el juego y se ponen a vender
las bolsas en la calle. El recreo terminó. El acto creativo poético deambula en
las oficinas burocráticas. El tiempo pasa, la ausencia mella el alma y la
emoción es tan profunda e intensa que se hace necesario volver a recrearla a un
año de los abrazos y besos, dice EF. Es la imagen de todo amor y de todo dolor,
de haberse compartido y de saberse ahora partidos en una instancia desfigurada
por la ausencia del ser amado. Múltiples ausencias contabilizan en la partida
doble que no se logran conciliar: i. la tarde que ya no está; ii.
el sabor agridulce de las guayabas; iii. las guerras en nuestros
parpados; iv. Tu voz derramándose en las alturas de mi cuerpo.
Desde el
Nordeste de la vida, pasó la locomotora imparable en bajada y se llevó puesto
todos los frenos y las contenciones posibles de la identidad individual y
produjo transgresiones e infracciones de la carne y del espíritu, por más que
pasen Mil y Una Noches de risas el sultán no desea indultar la
pena; por más que La Cueva de Alí Babá y sus Cuarenta Ladrones
esté llena de focas aplaudidoras y sus bienes gordos jueguen a las escondidas todavía
la caverna tiene el recuerdo del ladrón cuarenta y uno; y el deseo quedar ausente
en la estación se perdió en los laberintos de la piel, en el silencio y la
oquedad del interior de La Lámpara de Aladino y el Genio, porque
otro se llevó los besos hace del tren que no venía a la estación.
Re-crear,
volver a crear
Pudiera
volver a nacer un miércoles de cenizas e igualarme a todos los hombres que
fueron concebidos con dolor, sudor y hedor de parto. Pudiera volver a nacer un
miércoles de cenizas como consecuencias del fuego y del amor de mis padres. Pudiera
volver a sentir las campanas de la Iglesia y en su llamamiento, olvidar mis
pasos en falso para acercarme con risa y alegría a una fiesta de domingo. Pudiera
volver a nacer y recordar aromas y sabores de la cocina de mi abuela y del
dulce de guayaba o de la mermelada de durazno o de Higo, que perdí en el
camino.
Esos
gustos, sabores, e imágenes no dicen palabras, no dicen nada que puedan ser
entendidas por el oído, no llaman, no hablan y, sin embargo, se sienten e
interpretan. En las tardes me acompañan y me envuelven, me estructuran. Una estructura
como la de los chicos jugando a las escondidas en la plaza. Agridulce. Recuerdo
de trigo verde, de monte, de río y de guayaba, con el envolvimiento del sonido
de las campanas.
Volver a
crear, re-crear, para encontrar el nuevo polo de estructuración de ser y tiempo,
ajuste y des-ajuste, entre repolarización y despolarización, entre recuerdo y
futuro. Volver a la casa del padre creativo es genio esquivo eso es lo que fue
para mi EF de Numy. Pudiera volver a nacer y mi espíritu más impetuoso, pecaminoso,
culpable y reprochable. O virtuoso y admirable. Pero queda decirse algo sin necesidad
de hablar. Esto significa para mí el tren que viene, su fuego y las cenizas, el
agridulce y la guayaba, las campanas y el retorno a la estación del padre
creativo.
Este
significado de fuego y ceniza lleva incita la imagen de una batalla: de
guerreros amantes. La satisfacción de haberlo dado todo hasta morir en manos
del enemigo. Y si la guerra continúa, ya que solo los muertos conocen el final
de la guerra, mientras el ser espera el tren que los vivos disfruten de la
poesía de la estación. Ya que la única instancia legal perpetua es el infierno
y el tiempo todo lo cura.
En un cuartel
los soldados también viven una estación de fuego y he oído que siempre esperan
algo, que no se les pase el tren. También he oído en ese cuartel, que era una
especie de limbo en la tierra, como cuando los niños venden bolsas en la calle,
a alguien decir que su institución es el infierno de una burocracia desconocida:
un Estado dentro de otro Estado. He oído que la vida es el castigo que sufren
los condenados en esa burocracia desconocida. Pero entonces, ¿por qué los soles?
¿por qué los ganchos y las estrellas? ¿por qué las aspirinas para el dolor de
cabezas? ¿Por qué estar de espalda con espalda o arrastrarse en el pasto hasta
no poder más?
A menos
que se piense que para hacer más difícil la pena aún más vil y sutil el castigo
ha sido colocado exactamente en el paraíso en esta tierra que parece una
guerra. Eso es justamente para mi estar acompañado de un montón de seres con
capacidad de imaginación y de crear, de tomarse recreos, y de re-crear en esta
estación jugando a las escondidas.




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