Amar en siglos: la interconexión entre la estación de fuego de Numy y la Jerusalén Liber-tada (JL) de Don Torcuato.
El odio, el rencor, la inmediatez, la distracción, la tristeza, el dolor, la revancha y la venganza andan sueltos en el Mundo como andan sueltos los demonios del hambre, la envidia, y el deseo de quitar al otro lo que es objeto de anhelo. A veces esos demonios quedan atados a la cama de historias pasadas y oscuras y sus patadas lastiman a inocentes y otras veces salen a la luz por imprudencia de las personas en andar revolviendo viejos conjuros del pasado. Una forma de exorcizar esos demonios es pensar en imágenes que la humanidad ya tiene demostradas que en la Eternidad funcionaron para su salvación, remisión, paz y sosiego. Experticia.
Dos
imágenes proyectadas en el tiempo que se interconectan y traen ecos íntimos del
ser Universal y selladas en el corazón de la Humanidad; por un lado, el poema
de Don Torcuato Tasso, en Jerusalén Liber-tada (JL); y por el otro, el poema de
Numy Silva en Estación de Fuego (EF). La conexión de las imágenes del amor y
sus repeticiones en el tiempo pese a las circunstancias y vicisitudes que debe
sufrir cada humano en particular siempre será una forma de sanar y curar
heridas. ¿Una imagen arde de amor en el tiempo? ¿Qué relación hay entre tiempo
e imagen?
Don
Torcuato JL da la imagen inicial del encuentro entre dos guerreros, enemigos, y
enamorados; Tancredo y Clorinda:
“…cansado
Tancredo (…) detúvose para refrescar sus ardientes labios y descansar (…). Aparasiósele
de repente una joven toda armada excepto la cabeza. Era pagana y había ido allí
también buscando paz y descanso…”. (Jerusalén Libertada. Torcuato Tasso. Página 19. Ed. Iberia 1947.)
Medio
Oriente, cerca del año mil, cayó Constantinopla, y los Cruzados al mando de
Godofredo de Bullón avanzan implacables a Jerusalén donde manda el temible Rey árabe
Aladino. En esta imagen dos enemigos toman conocimiento uno del otro. Ella
persa, él católico. Se saben de bandos contrarios, pero en lo profundo del ser
el deseo es más fuerte, ya que en una brutal guerra en ciernes surge una
relación de amor entre dos elementos de bandos contrarios. Ambos saben que uno de
los dos perecerá, sin embargo, se rinden a la intensidad de la sensación, del
sentimiento, y del querer. El acero moldea las circunstancias y el amor irradia
de ambos con la luz de una hoguera que arde en el tiempo.
Ese momento
eterno de paralización, de suspenso, de aprisionamiento en que dos personas se
conocen es captado por la letra en verso libre de Numy en su poemario “Estación
de Fuego” (E.F.) y el poema “Te amo en Siglos” dice:
Cuando te conocí│el tiempo paró su transcurrir│
y el día dejó│ de componerse de veinticuatro horas│ y pasaron a ser siglos│ sin
tu presencia. │ Sin embargo,│cuando te tengo│ las horas se vuelven segundos│ y
te amo en siglos. (Estación de Fuego N. Silva Pág 13. Julio 1991. Comp. El
Territorio. Impresión Panorama.).

Foto de Tapa del Libro Estación de Fuego de Numy Silva.
Cifrar una
imagen que está en el tiempo es descifrar una contraseña de acceso a un mundo,
a una realidad, a una emotividad guardada en la memoria del lector ya que se
dice que la persona es una database caminante. “Cuando te conocí / el
tiempo paró su transcurrir…” es un
dibujo que brinda un paisaje de ingreso y acceso a la razón, a la sensación, y
a la emoción; la poetisa contemporánea traza un camino ancho, un sendero
allanado, detenido, pausado que indaga ¿en qué punto está? Ambos escenarios
marcan un punto de encuentro con el lector que viene de otras latitudes
emocionales, de sentidos diversos y tiempos distintos, pero que siempre que
confronten estas imágenes verán la suspensión del tiempo en el amor.
En JL
los labios de Tancredo arden y ella busca paz y sosiego; y en EF
amar en siglos se paraliza eternamente en una estancia liberada de odio.
En el amor y en la guerra todo vale y en sus enigmas el conocimiento del otro
es un instante único, indecible, e irrepetible. Mariposas. Conocer al otro
amado es la paralización del tiempo, es como cuando el bailarín en danza
realiza la fantasmata, y queda en puntas de pie, una obra de arte en movimiento.
Poema: el demonio sucumbe, la patada más brutal, su final radica en la sede del
amor. La imagen queda aprisionada en el tiempo. Arde eternamente, brasa roja,
llamarada azul. Sin embargo, Tancredo y Clorinda empiezan una relación
destinada a la ceniza.
Triple
Ausencia
Por obra de
un encantamiento creativo de la poetisa la imagen se compone de presencia y de
ausencia del ser amado. Respecto de la presencia la imagen se consume de tiempo
velozmente y en la ausencia queda pausada en un segundero gota a gota, un reloj
de arena que cae en cámara lenta. En EF surge una triple ausencia respecto del
no estar con el otro amado, no ser ese nosotros que somos cuando estamos con el
otro amado, y la cancelación de la autopercepción de no ser amado por el otro. En
estas ausencias la fantasmata, el bailarín prolonga su danza y la transforma en
siglos. La llama decrece, ya no es una llamarada, la brasa se disipa, la ceniza
aparece. Y con la presencia del ser amado se acelera la imagen, arde la carne,
el fuego se cataliza, y la existencia se calienta. El viento de amor sopla y
combustiona el fuego, la ceniza desaparece…
Amar en
siglos es un chasquido de dedos, pero cada fracción de segundo en que resuena
el eco de ese sonido es un buque corsario que navegamundos con el cielo
a tope con una única brújula en el corazón. Atrás el maderamen del Muelle del
Tiempo en el pacífico chileno y adelante aguas calientes de Saona con el
murmullo del ron, el tabaco dulzón y la lubricación de su aceite de coco. Ya
nada queda en la inteligencia y la signatura de amor encuentra en su programa
de estudios la asignatura de pasión, afecto, sexo, y animalidad. El navegamundos
corsario es la pulsión de querer compartir con el otro, sabiendo que en su
triple ausencia el amor está partido.
Volver
a JL
Tancredo
abandona el Mar Mediterráneo y dirige sus soldados por las playas de Gaza en un
camino ancho. A su paso el camino que era ancho se pone sinuoso, estrecho y
pedregoso cuando aparece Clorinda armada, con anhelo de paz y de descanso. Ella
adopta una conducta varonil y quiere pelear con el enemigo. La guerra se
complica, y la vía se vuelve estrecha.
Para la
poetisa que pasen siglos sin la presencia del otro amado confluye en una
angostura de imagen que quema en el corazón, porque ya nada se puede
racionalizar, pese a que también queme en la cabeza, la panza, y se cargue una Cruz
sobre las espaldas en ausencia del otro amado; o el desgano de vivir, y todo se
vuelve ansiedad por volver al otro o depresión al dejarlo. Sin embargo, a letra
seguida, lo que es ausencia, oscuridad, tiniebla y frío toma color y calor con
la lumbre de una hoguera en invierno cuando “…te tengo…” y ya no te
quiero dejar ir.
En el poema
el proceso que en la ausencia se detuvo, quedó inmóvil y paralizado, en
suspenso en el tiempo, vuelve a convertirse en una película de acción como si
fuera el hechizo de una brujería poderosa; gana acción y movimiento condimentado
con enigma y pasión y la imagen se llena de expresión, significación y dialoga
entre lenguas -interlingua-: imagen poseída. Y en la posesión, como si
se tratara de un demonio que usa un cuerpo, se produce una interconexión
entre paralización, acción, enigma, amor, dolor, odio, tristeza, verdad,
pasión, imagen en la memoria del lector, letra en el papel, y peligrosidad en
el pensamiento, ya que “…cuando te tengo…”
la imagen se cataliza: arde.
Arde el
pensamiento como ardientes fueron los labios de Tancredo y lo que resulta
peligroso no son los pensamientos por verla a Clorinda sin su casco, sino que
lo que resulta peligroso es el pensamiento por saber que uno de los dos
perecerá en ese amor. Ceniza.
La poetisa
en pocas, sílabas, renglones, y oraciones, en verso libre, parece no encontrar
una vía de salida y explota de pasión como sólo la mujer puede dar al varón: “…
te amo en siglos” en una época donde pareciera que el poema no tiene final
y ser contemporáneo de otro es sentir igual, más allá de la distancia en el
tiempo existente entre quien escribe el poema y quien lo termina leyendo. Porque
en definitiva somos tan contemporáneos de Tancredo y de Clorinda en esa
Estación de Fuego que Numy dibuja como tan contemporáneos somos de la estación
Clorinda, en Formosa, Argentina, o el puente Tancredo Neves en la Triple
Frontera, o Don Torcuato en Tigre.
El
Final del Poema
En una
época del final del poema que resulta tenebroso por la asunción de la máquina y
de la inteligencia artificial (IA), en que los hombres son incapaces de amar y
sólo conocen el odiar a los demás, sin tregua, sin piedad, sin necesidad, y
sólo por la sed de quitar, por el ánimo de revancha y apetito de vengar un ego
herido se escucha que “todo vuelve”, o que, desde luego, si “a hierro
matas a hierro debes morir”, según sentencian los jueces universales y
gatillos fáciles de la lengua hipócrita, cuando en realidad si cada uno se
mirara en el espejo ardería en siglos y ya no importaría el ayer, el paso en
falso, el arrepentimiento o el pecado; ya no importaría el mañana y la angustia
o la culpabilidad de no amar y sería contemporáneo del amor para dar espacio en
la emoción y en la sensación. Y así dejar que el demonio pateé todas las veces
que quiera para odiar y no verte en siglos o segundos.
Sólo resta amar
o intentar amar por más que el otro se niegue físicamente, emocionalmente,
socialmente, o económicamente y piense que pagar con la misma moneda será un
acto de justicia. “…Cuando te tengo…” los segundos queman y ya no soy
yo, somos un nosotros y cuando me tenes los siglos no alcanza para amar
aquellos besos en la vereda, esas verdades dichas apretados de la mano, esas
palabras exhaladas alumbrados por fuego y pasión con nada más que el Universo
como testigo. Sólo queda el amor en el tiempo jurado por tus uñas clavadas en
mi mezquita. Y mi ser filtrando rayos de luz hacia mi interior. Carne sangrada.
Dolor, pasión y satisfacción. Liberación de un sinfín de batallas para explotar
en una interminable ánfora de amor.
El poeta da
una imagen de una estación de fuego contemporánea y en su poema paraliza la
imagen en el ámbar del recuerdo. Y en la pelea entre Tancredo y Clorinda la
torre arde y dos enamorados que pertenecen a bandos contrarios luchan por sus
creencias. Los amantes ya no pueden más, son soldados, y la disciplina manda
pelear hasta el fin. Son entrega plena, no luchan por odio al otro, sino que
luchan por amor como lo expresa otra estación de fuego el madrigal Il
combattimento di Tancredo e Clorinda de Monteverdi.


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