martes, octubre 28, 2025

Amar en siglos: la interconexión entre la estación de fuego de Numy y la Jerusalén Liber-tada (JL) de Don Torcuato.

El odio, el rencor, la inmediatez, la distracción, la tristeza, el dolor, la revancha y la venganza andan sueltos en el Mundo como andan sueltos los demonios del hambre, la envidia, y el deseo de quitar al otro lo que es objeto de anhelo. A veces esos demonios quedan atados a la cama de historias pasadas y oscuras y sus patadas lastiman a inocentes y otras veces salen a la luz por imprudencia de las personas en andar revolviendo viejos conjuros del pasado. Una forma de exorcizar esos demonios es pensar en imágenes que la humanidad ya tiene demostradas que en la Eternidad funcionaron para su salvación, remisión, paz y sosiego. Experticia.  

Dos imágenes proyectadas en el tiempo que se interconectan y traen ecos íntimos del ser Universal y selladas en el corazón de la Humanidad; por un lado, el poema de Don Torcuato Tasso, en Jerusalén Liber-tada (JL); y por el otro, el poema de Numy Silva en Estación de Fuego (EF). La conexión de las imágenes del amor y sus repeticiones en el tiempo pese a las circunstancias y vicisitudes que debe sufrir cada humano en particular siempre será una forma de sanar y curar heridas. ¿Una imagen arde de amor en el tiempo? ¿Qué relación hay entre tiempo e imagen?

Don Torcuato JL da la imagen inicial del encuentro entre dos guerreros, enemigos, y enamorados; Tancredo y Clorinda:

 

“…cansado Tancredo (…) detúvose para refrescar sus ardientes labios y descansar (…). Aparasiósele de repente una joven toda armada excepto la cabeza. Era pagana y había ido allí también buscando paz y descanso…”. (Jerusalén Libertada. Torcuato Tasso. Página 19. Ed. Iberia 1947.)

 

(‘Armida en la batalla frente a los sarracenos’ (1628-1630), óleo sobre lámina de cobre de una serie del pintor David Teniers el Joven que ilustra la ‘Jerusalén liberada’. En el Museo del Prado Heritage Images / Getty). IMAGEN FUENTE: Diario La Vanguardia.

Medio Oriente, cerca del año mil, cayó Constantinopla, y los Cruzados al mando de Godofredo de Bullón avanzan implacables a Jerusalén donde manda el temible Rey árabe Aladino. En esta imagen dos enemigos toman conocimiento uno del otro. Ella persa, él católico. Se saben de bandos contrarios, pero en lo profundo del ser el deseo es más fuerte, ya que en una brutal guerra en ciernes surge una relación de amor entre dos elementos de bandos contrarios. Ambos saben que uno de los dos perecerá, sin embargo, se rinden a la intensidad de la sensación, del sentimiento, y del querer. El acero moldea las circunstancias y el amor irradia de ambos con la luz de una hoguera que arde en el tiempo.

Ese momento eterno de paralización, de suspenso, de aprisionamiento en que dos personas se conocen es captado por la letra en verso libre de Numy en su poemario “Estación de Fuego” (E.F.) y el poema “Te amo en Siglos” dice:

 

Cuando te conocí│el tiempo paró su transcurrir│ y el día dejó│ de componerse de veinticuatro horas│ y pasaron a ser siglos│ sin tu presencia. │ Sin embargo,│cuando te tengo│ las horas se vuelven segundos│ y te amo en siglos. (Estación de Fuego N. Silva Pág 13. Julio 1991. Comp. El Territorio. Impresión Panorama.).

 

Foto de Tapa del Libro Estación de Fuego de Numy Silva. 

Cifrar una imagen que está en el tiempo es descifrar una contraseña de acceso a un mundo, a una realidad, a una emotividad guardada en la memoria del lector ya que se dice que la persona es una database caminante. “Cuando te conocí / el tiempo paró su transcurrir…”  es un dibujo que brinda un paisaje de ingreso y acceso a la razón, a la sensación, y a la emoción; la poetisa contemporánea traza un camino ancho, un sendero allanado, detenido, pausado que indaga ¿en qué punto está? Ambos escenarios marcan un punto de encuentro con el lector que viene de otras latitudes emocionales, de sentidos diversos y tiempos distintos, pero que siempre que confronten estas imágenes verán la suspensión del tiempo en el amor.

En JL los labios de Tancredo arden y ella busca paz y sosiego; y en EF amar en siglos se paraliza eternamente en una estancia liberada de odio. En el amor y en la guerra todo vale y en sus enigmas el conocimiento del otro es un instante único, indecible, e irrepetible. Mariposas. Conocer al otro amado es la paralización del tiempo, es como cuando el bailarín en danza realiza la fantasmata, y queda en puntas de pie, una obra de arte en movimiento. Poema: el demonio sucumbe, la patada más brutal, su final radica en la sede del amor. La imagen queda aprisionada en el tiempo. Arde eternamente, brasa roja, llamarada azul. Sin embargo, Tancredo y Clorinda empiezan una relación destinada a la ceniza.

 

Triple Ausencia

Por obra de un encantamiento creativo de la poetisa la imagen se compone de presencia y de ausencia del ser amado. Respecto de la presencia la imagen se consume de tiempo velozmente y en la ausencia queda pausada en un segundero gota a gota, un reloj de arena que cae en cámara lenta. En EF surge una triple ausencia respecto del no estar con el otro amado, no ser ese nosotros que somos cuando estamos con el otro amado, y la cancelación de la autopercepción de no ser amado por el otro. En estas ausencias la fantasmata, el bailarín prolonga su danza y la transforma en siglos. La llama decrece, ya no es una llamarada, la brasa se disipa, la ceniza aparece. Y con la presencia del ser amado se acelera la imagen, arde la carne, el fuego se cataliza, y la existencia se calienta. El viento de amor sopla y combustiona el fuego, la ceniza desaparece…

Amar en siglos es un chasquido de dedos, pero cada fracción de segundo en que resuena el eco de ese sonido es un buque corsario que navegamundos con el cielo a tope con una única brújula en el corazón. Atrás el maderamen del Muelle del Tiempo en el pacífico chileno y adelante aguas calientes de Saona con el murmullo del ron, el tabaco dulzón y la lubricación de su aceite de coco. Ya nada queda en la inteligencia y la signatura de amor encuentra en su programa de estudios la asignatura de pasión, afecto, sexo, y animalidad. El navegamundos corsario es la pulsión de querer compartir con el otro, sabiendo que en su triple ausencia el amor está partido.  

 

Volver a JL

Tancredo abandona el Mar Mediterráneo y dirige sus soldados por las playas de Gaza en un camino ancho. A su paso el camino que era ancho se pone sinuoso, estrecho y pedregoso cuando aparece Clorinda armada, con anhelo de paz y de descanso. Ella adopta una conducta varonil y quiere pelear con el enemigo. La guerra se complica, y la vía se vuelve estrecha.

Para la poetisa que pasen siglos sin la presencia del otro amado confluye en una angostura de imagen que quema en el corazón, porque ya nada se puede racionalizar, pese a que también queme en la cabeza, la panza, y se cargue una Cruz sobre las espaldas en ausencia del otro amado; o el desgano de vivir, y todo se vuelve ansiedad por volver al otro o depresión al dejarlo. Sin embargo, a letra seguida, lo que es ausencia, oscuridad, tiniebla y frío toma color y calor con la lumbre de una hoguera en invierno cuando “…te tengo…” y ya no te quiero dejar ir.

En el poema el proceso que en la ausencia se detuvo, quedó inmóvil y paralizado, en suspenso en el tiempo, vuelve a convertirse en una película de acción como si fuera el hechizo de una brujería poderosa; gana acción y movimiento condimentado con enigma y pasión y la imagen se llena de expresión, significación y dialoga entre lenguas -interlingua-: imagen poseída. Y en la posesión, como si se tratara de un demonio que usa un cuerpo, se produce una interconexión entre paralización, acción, enigma, amor, dolor, odio, tristeza, verdad, pasión, imagen en la memoria del lector, letra en el papel, y peligrosidad en el pensamiento, ya que “…cuando te tengo…”  la imagen se cataliza: arde.

Arde el pensamiento como ardientes fueron los labios de Tancredo y lo que resulta peligroso no son los pensamientos por verla a Clorinda sin su casco, sino que lo que resulta peligroso es el pensamiento por saber que uno de los dos perecerá en ese amor. Ceniza.

La poetisa en pocas, sílabas, renglones, y oraciones, en verso libre, parece no encontrar una vía de salida y explota de pasión como sólo la mujer puede dar al varón: “… te amo en siglos” en una época donde pareciera que el poema no tiene final y ser contemporáneo de otro es sentir igual, más allá de la distancia en el tiempo existente entre quien escribe el poema y quien lo termina leyendo. Porque en definitiva somos tan contemporáneos de Tancredo y de Clorinda en esa Estación de Fuego que Numy dibuja como tan contemporáneos somos de la estación Clorinda, en Formosa, Argentina, o el puente Tancredo Neves en la Triple Frontera, o Don Torcuato en Tigre.

 

El Final del Poema

En una época del final del poema que resulta tenebroso por la asunción de la máquina y de la inteligencia artificial (IA), en que los hombres son incapaces de amar y sólo conocen el odiar a los demás, sin tregua, sin piedad, sin necesidad, y sólo por la sed de quitar, por el ánimo de revancha y apetito de vengar un ego herido se escucha que “todo vuelve”, o que, desde luego, si “a hierro matas a hierro debes morir”, según sentencian los jueces universales y gatillos fáciles de la lengua hipócrita, cuando en realidad si cada uno se mirara en el espejo ardería en siglos y ya no importaría el ayer, el paso en falso, el arrepentimiento o el pecado; ya no importaría el mañana y la angustia o la culpabilidad de no amar y sería contemporáneo del amor para dar espacio en la emoción y en la sensación. Y así dejar que el demonio pateé todas las veces que quiera para odiar y no verte en siglos o segundos.

Sólo resta amar o intentar amar por más que el otro se niegue físicamente, emocionalmente, socialmente, o económicamente y piense que pagar con la misma moneda será un acto de justicia. “…Cuando te tengo…” los segundos queman y ya no soy yo, somos un nosotros y cuando me tenes los siglos no alcanza para amar aquellos besos en la vereda, esas verdades dichas apretados de la mano, esas palabras exhaladas alumbrados por fuego y pasión con nada más que el Universo como testigo. Sólo queda el amor en el tiempo jurado por tus uñas clavadas en mi mezquita. Y mi ser filtrando rayos de luz hacia mi interior. Carne sangrada. Dolor, pasión y satisfacción. Liberación de un sinfín de batallas para explotar en una interminable ánfora de amor.

El poeta da una imagen de una estación de fuego contemporánea y en su poema paraliza la imagen en el ámbar del recuerdo. Y en la pelea entre Tancredo y Clorinda la torre arde y dos enamorados que pertenecen a bandos contrarios luchan por sus creencias. Los amantes ya no pueden más, son soldados, y la disciplina manda pelear hasta el fin. Son entrega plena, no luchan por odio al otro, sino que luchan por amor como lo expresa otra estación de fuego el madrigal Il combattimento di Tancredo e Clorinda de Monteverdi.

Hoy por hoy en los espacios del varón la torre ya no arde, y a diferencia de JL, la IA hace un trabajo sucio y usa al humano sólo como un cuerpo sin amor, sólo al servicio del odio y del rencor. La estación de fuego ya no es de felicidad, amor, o entrega, la torre arde de odio, de dolor, y sin piedad, como ardió el Reichstag en Berlín. Cuando un niño se enferma el remedio suele ser desagradable al gusto; se lo disimula con un premio dulce que haga pasar el mal trago; pero el amargo de la verdad es la cura; depende del niño o niña si desea únicamente mojar los labios en el borde dulce del vaso o llegar al fondo de la verdad porque solo la mujer puede amar en siglos de verdad. Se dice que sólo los muertos conocen el final de la guerra y, en definitiva, será la decisión de la observación del ámbar cristalizado en siglos si se quiere tener odio en segundos; o amar el ámbar en siglos ya que la tarea de un amor en siglos es venir con amor en ayuda del amor, para que, en el amor, el amor mismo no permanezca supuesto en segundos de amor, sino que venga como un acto de amor, al amor en siglos.

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