jueves, noviembre 06, 2025

En el circo eran cinco hermanos… El payaso, la mujer maravilla, el domador, el botellero y el mago. (Estado sí o Estado no)

Había una vez un pueblo chico de una frontera muy, muy lejana, donde la risa y la alegría habían sido expropiada en beneficio de pública utilidad donde el Estado era el dueño del circo. El León tenía ínfulas de Libertad y, en realidad, estaba más enjaulado que nunca; el enano era uno solo y cada día que corría tenía menos participación en el espectáculo circense, los acróbatas ya se habían dado varios golpes y decidieron abandonar el negocio por falta de garantías; y la decencia de la mujer de maravilla hacía equilibrio en la cuerda fofa de los acróbatas.

 

Cuando no había espectáculo la estética de la mujer maravilla se paseaba tras bambalinas en los camarines de los chistes malos del payaso y de la varita cada vez más floja del mago, quien durante las funciones diarias se dedicaba a buscar su serrucho perdido.

 

En aquella frontera lejana por la tarde comenzaba la obra. El presentador era el payaso, él siempre muy agradecido con el escaso público, convocaba al domador del león, quien con maullidos de felino domesticado salía de la jaula y obedecía las órdenes siniestras del domador montado en sus zancadas de gallo. Prendían fuego la argolla, pero el león ya no saltaba. Tiraban un poco un hueso, pero el león no se movía. Con más pena que gloria el rey de la selva se retiraba.

 

En la pausa de la función pasaba el vendedor de bollos para sostener la recaudación del circo, la masa frita con azúcar y rellena de crema o dulce solía ser una bomba al sistema digestivo de los espectadores. Entrada la noche se escuchaba aparecía el botellero que pasaba recolectando los envases de las botellas al grito de: -“booootellero, booootellero”…

 

Para finalizar la obra, el mago se servía de la asistencia del bollero y de la mujer maravilla, quien aparecía con un cambio liviano de ropa que dejaba ver un ojo tatuado en cada glúteo, por lo que a su retirada era imposible no verla a los ojos. Infarto.

 


El mago preguntaba al bollero cómo había ido la venta en clara referencia a su interés por la recaudación entonces. Entonces el bollero pasaba la canasta a la mujer maravilla para contar el dinero. Mientras se hacía el recuento del dinero aparecía en payaso con el serrucho en la mano argumentando que lo encontró debajo del león dormido. La herramienta a manos del mago.

 

Mientras, la mujer maravilla sacudía un poco la canasta y contestaba, quedan dos bollos, uno con crema y uno con dulce, pero pasaba el payaso y se robaba un bollo de dulce y en el tumulto la mujer maravilla se comía el bollo con crema entonces.

 


Entonces el mago, que era recaudador, le daba la canasta al payaso y los echaba del escenario junto al bollero que se iban maldiciendo con las manos vacías después de haber trabajado toda la función. A la retirada del payaso y del bollero el mago hipnotizaba con su varita a la mujer maravilla. Pase de magia. Conejo negro. Palomas vuelan.

 

Con un poco de crema en la comisura de la boca, la mujer maravilla caía rendida al hipnotismo del flagelo mágico. El mago golpeaba el serrucho contra un hierro y la serruchaba al medio. Con el dinero en el bolsillo y dándole al serrucho el mago le limpiaba la crema de la boca a la mujer maravilla. Partida al medio.

 

Y en eso aparecía el domador con el león domesticado, con un collar y maullando como gatito. Pregunta cuánto habían juntado de la recaudación y junta el torso y las piernas de la mujer maravilla. Une las partes y se la lleva, junto con la recaudación.

 


El público presente pero inmóvil y el domador se llevaba a la mujer de la maravilla de la cintura, caminando y en perfecto estado. Mientras que en el fondo del circo el bollero se sacude solo la harina porque mañana tiene que seguir vendiendo para la recaudación del circo y el payaso en su camarín llora enamorado y le habla a la pared de su camarín vacío: “la mujer maravilla come el bollo del domador, es un mal necesario, él es la autoridad”.

 

Había una vez un circo en un pueblo de frontera…


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