sábado, noviembre 22, 2025

El murmullo una signatura en el cuerpo (La Inspiración).

III- El murmullo una signatura en el cuerpo (La Inspiración).  

 

(Tercera parte del ensayo al poemario “Murmullos” de R. Cura.).-

 

“Cuerpo” aparece en la serie poética como un punto de quiebre que pareciera en la superficie un murmullo procaz, desvergonzado, explícito. Sin embargo, desde su aparición ofrece la posibilidad de sumergirse en una cuestión más profunda: la inspiración. ¿De dónde viene eso que llamamos inspiración? ¿Cómo la compartimos? ¿Qué evidencias y señales deja en la persona que fue tocada por “La Musa”? ¿Cuándo nos abandona la inspiración? ¿Por qué se va la inspiración?

Queda claro que en “Cuerpo” la inspiración vino de la mano del erotismo y la búsqueda de alternativas creativas con el otro de carne y hueso. La inspiración se bañó en esa fuente inagotable de imágenes que sacude la emoción carnal del espectador.

En los versos de “Cuerpo” el dibujo produce un universo del uso de los cuerpos y remite a una cuestión básica y elemental: la unión sexual que lubrica la maquinaria de la inspiración, pareciera que surge como una laboriosidad del poeta perseguido que trata de escapar de la autoridad y de la corrección política. “Cuerpo” expone de forma tenaz el relacionamiento sexual. Uno es esclavo del otro y el otro es esclavo de uno.

Y en ese encarnecer del cuerpo la poesía encuentra un punto límite, el punto de quiebre, que no está dado por la paralización del movimiento, sino que transcurre lentamente hacia un final de a dos que se comparten, cuando uno fue esclavo del otro, un punto de unión que deja una signatura en el alma de ambos amantes. Y así la extensión del poema lo lleva a estar en un estado de gracia que adopta la forma de gloria por encarnar con el otro. La inspiración en este punto baila en la inflexión de la debilidad de la carne con la depravación del placer y pareciera que nada bello pudiera surgir de allí más que un espectáculo explícito.   

El bailarín que en otro momento estaba en puntas de pie, haciendo un equilibrio maravilloso, dejó atrás la inflexión, su movimiento ya no es espectral, es historia, y la medida ya es una desmedida cuando la cavidad se llena y se para la gloria del espectáculo y se cae en el abismo. Pero su pareja lo salva con amor. Y la inspiración que polarizaba en las emociones de placer, depravación y explicitud ajustó la clavija de la cuerda buscando la armonía perfecta para re-polarizar en una sensación de huida de ese lugar traicionando a la carne y al uso explícito del cuerpo del otro.



Como un criminal en la escena del delito la inspiración deja la evidencia de haber estado ahí. La signatura de la inspiración: “Mis dedos se clavaron/ en tus glúteos reforzados/ mis piernas se enredaron/ a las suyas contorneadas.”. Y las líneas que siguen son mecánicas, con la huida de la inspiración. Recién en la posesión de las almas la inspiración parece querer volver. ¿Cómo hubiera sido expresada esa posesión del alma en un cuerpo que ya fue invadido? ¿Hubiera hablado en lenguas extrañas? ¿La blasfemia se hubiera apoderado de la cama? ¿Los besos hubieran sido tantos en los labios que hasta la boca de ella se hubiera puesto celosa? ¿Y si ella suspira profundamente es porque finge que sueña…? ¿Suspiró por compromiso, o traiciono a ese primer amor que no le enseñó a suspirar, o por el dolor de haber envidiado el suspiro de su amiga? Estas incógnitas surgen de haber recibido el toque de la inspiración pero que quizá faltaron explorar en ese segundo de vida plena en que ella disfruta o finge que disfruta. Faltó ir a fondo en el proceso de de-sensorialización.  

Todas estas preguntas surgen como punto de encuentro entre la inspiración y su abandono, cuando el poema es mecánico al haber perdido eso que llamamos “La Musa” y centrarse en narrar eso de lo que dos amantes hacen experiencia hasta el fondo en el ámbito de la intimidad. La inspiración durante todo el poema buscó un sustantivo concreto y sólo encontró un: “…glúteo reforzado…”, o una “…nube de algodón…”.

La inspiración es materia de ejercitación y se la puede dosificar o administrar en un espacio que calcula la persuasión del público. Pero en “Cuerpo” parecía querer repetir todo de forma no administrada, la inspiración viene de nuevo al poema y fueron como esos amantes que se despiden al amanecer en el asiento del vehículo, ya no queda nada, pero los besos siguen como si nada hubiera ocurrido, porque muchas cosas que pasaron y no se podían más que decirlas con bombos y platillos surgen palabras de alivio y de recuerdo para lo que casi fue un silencio turbado y más que turbado, un indecible con un juego quebrado porque las letras con su manera procaz le ganó a la imagen. Sin embargo, estas letras en la suma global dan cuenta del contexto amoroso en el que se vive el uso de los cuerpos.

La inspiración del  murmullo en “Cuerpo” se convierte en una marca sin tregua, sin piedad, una signatura que provoca al espectador, y deja una marca al recrear el indecible de pueblo que se guarda por compasión al prójimo, pero que en las letras todo se dijo y nada se guardó. Se dice el pecado pero no el pecador: en este caso se conoce a uno de los pecadores, sin que del otro consorte se tenga más noticia que el “…glúteo reforzado…”.



“Cuerpo” es una signatura dentro de “Murmullos” que hace de la experiencia del uso de los cuerpos una reproducción de la inspiración no administrada con el aluvión de la poética que toma la propiedad de la razón.

La autoridad del político impone cómo deben ser las cosas y manda a perseguir al poeta que tiene como única defensa su pluma, un papel, y su pensamiento: la poesía. Las mariposas murmullan, aletean cerca del fuego del pensar y transforman al poeta en un guerrero que escalda su poesía en tinta caliente y ella traza un dibujo que se defiende del abuso de la autoridad del político. En el calor del combate el escribiente guerrero se convierte en un poeta escaldado y la autoridad del político perseguidor de la dignidad humana de la otra persona en la cama se empequeñece y pareciera que le crece la nariz como a la marioneta de madera: pinocho.

El escribiente es un dos en uno; por un lado, es un político que decide hasta dónde desea que llegue el camino y cuáles son los puntos que es necesario unir; por otro lado, el poeta, es el ingeniero que decide la armonía y la belleza de la obra, su economía, su eficiencia, su resistencia. Y el escribiente es una unidad cuando habla el lenguaje de la inspiración. De este modo, nos damos cuenta que en “Cuerpo” el escribiente cuenta con aquellas dos características: político y poeta; ambos tienen su denominador común: la inspiración.

Una poesía inspirada en lo más básico del uso de los cuerpos, que va a la bajada vieja del instinto animal, al Norte y abajo, imposible perderse. Una poesía de guerreros enamorados que se baten a duelo en la intimidad. Una batalla inspirada sin metáfora, sin comparación, al hueso, tan blanda como la piedra reforzada por los años que se debe atravesar para la traza de nuevos caminos, y tan joven que por más que el camino sea viejo nos servirá de conductor a nuevos destinos. De polvo somos y al polvo habremos de volver porque cuando el fuego se apague y la mariposa aletee hacia otro rumbo en su murmullo seremos cenizas, una ceniza que nos habrá de igualar a todos…     


jueves, noviembre 20, 2025

Un Murmullo en punta porá: ¿adónde van las palabras que callamos?

II- Un Murmullo en punta porá: 

¿adónde van las palabras que callamos?

 

(* Segunda parte del ensayo al poemario "Murmullos" de R. Cura.)

 

La creación de un artista supone un espectáculo compuesto por una obra que mantiene al público destinatario como espectador. Durante su ejecución se mantienen expectantes las emociones que producen placer o displacer, deseo o huida del objeto del acto creativo. La imaginación del artista, de donde proviene la creación, es una capacidad distintiva del  humano a diferencia de otras especies, de la tecnología y de la inteligencia artificial generativa.

En “Murmullos” de R. Cura desanda caminos en silencio, un llamamiento al alma y una forma de comunicarse con el otro en un contexto específico. ¿Dónde queda lo no dicho? ¿Dónde se diluye lo no dicho? ¿Dónde muere lo no dicho?

El poeta es un buen vecino del filósofo, es un residente que adoptó una casa basada en la pasión, la belleza y la estética. El poema se expresa en emociones por vía de las palabras y el final del poema encuentra su destino en el silencio, pero es un silencio que lo dice todo, que llena el alma.

¿El poema tiene un final o sencillamente un poema nunca termina? Que se puedan expresar emociones y sensaciones en la coordenada de la poesía es simplemente un callar, un silencio cuando la imagen, el gesto, la suspensión o el movimiento ya lo dijo todo, simplemente el poema se abandona.

A resultas de un murmullo surge un pensamiento de que es mejor guardar silencio por prudencia. Ese silencio trasunta una punta linda, una punta porá, que se abandona a un Mundo de cosas no dichas como las palabras calladas en el pueblo. Aquellas que se callaron por miedo, por vergüenza, por respeto, por prudencia, por piedad o por misericordia, por tabú, por amor, por odio, o tristeza.

El murmullo es el ingreso a un mundo de elegidos que remite a valores y discursos donde la supremacía de la apariencia es una punta afilada, que pone a prueba a la carne. Ese filo todo lo dice y nada se guarda para después, es un cuchillo marcado por el sentido común que busca ingresar al centro de la búsqueda del sentido y cuando no logra encontrar fibra a cortar mejor calla, guarda silencio, para expresar en otras formas de comunicación, quizá chistes, tragedias, chismes del pueblo, o tal vez silencio...

Los “Murmullos” son letras sentidas derivadas de los cinco sentidos pero coordinadas por un sexto sentido. Si se habla de pensar, de la voluntad y el juicio surge una reflexión, una consecuencia linda, bella, hermosa, una consecuencia porá adecuada en la proporción de las formas y medidas, pero también una consecuencia porá en el fondo de las imágenes dichas en los murmullos.

Que el aleteo de una mariposa cerca de las llamas de una fogata pueda decir más que mil palabras es una poesía dedicada a la natalidad, a la transformación de una realidad donde lo no dicho por el murmullo encuentra sede en las imágenes a expresar. Estas vistas hermosas que logran un sentido específico en la cronotopía en que se ubica: la punta porá la pluma exótica de una latitud indómita, salvaje, de los guaraníes que guardan silencio cuando se abusa de la tierra.

“Murmullos” es una poesía que no sólo surge del oído, de haber visto, tocado, lamido el dulce panal de la abeja que no deja su eterna laboriosidad, sino también de haber dolido y aprendido de los sentidos internos (sentido común, inteligencia, e imaginación) y que pese a ello guarda silencio de cuestiones de las que es mejor olvidar, o quizá perdonar en beneficio del amor y de la belleza, ya que hubo mucho tiempo de odio, tristeza y desaparición de la palabra. Un murmullo, una punta porá, una punta de un bello silencio.

Y así cada letra de “Murmullos” es una abeja que aguijonea el pensamiento, incluso con sus silencios, y atrás quedan esos no dichos; la poesía fluye como el río y se transmite con sudor, dolor de espalda, olor y hedor de parto que trae felicidad, risa y alegría a la existencia, que se encuentra partida y que ahora se encuentra com-partida en una instancia poética centrada en imágenes y con-centrada en verdades que hacen al acto creativo de dar un murmullo, una punta linda, una punta porá, en definitiva, una poesía porá.

A doña Trinidad en la bajada vieja parece un inicio que nace con un duelo. La muerte que todo lo transforma pero, de nuevo, no es otra cosa que el aletear de la mariposa, la natalidad del acto creativo de toda una serie de belleza. Y tras el inicio rompedor, un momento fantasmal, un espectro que baila entre páginas, como cuando baila el bailarín, se detiene en puntas de pie y lleva a un punto de fuga, tomar perspectiva de la cosa misma, un exquisito segundo invivible que el autor regala con el levante de la letra en “Suave”: “…duró una eternidad/ tanta ternura para dos/ el aire se purifica/ a cada momento/. La alegría invade nuestras ganas de vivir, de dar vida,/ de ser más de amar y soñar…”. Y a párrafo seguido de ese momento invivible lo que sigue es la reconstrucción de un instintivo hombre de las cavernas.

Trata de captar su no vivido, su cavernícola, en su no dicho, para dar al espectador un nuevo movimiento. In crescendo. La serie poética transforma la lectura pasiva en un deleite de pasiones para el espectador y ahí es donde el no dicho del autor convierte la pasividad del lector en una activa participación de emociones: “Quise detener el tiempo, esconderte en una cueva,/ protegerte, calentarte con mi cuerpo, cuidarte con la mirada/ que nada faltara en ese momento mágico,/ dejando que tus manos juren mis heridas./”, sigue el poema “Suave”. El precario cavernícola pasa de un momento invivible a una situación de testigo privilegiado que remueve en el espectador una emoción básica de protección y cuidado al ser amado y adquiere, por tanto, la condición jurídica de propietario de la situación.

De lo invivible, se pasa a ese no dicho, de ahí el salto al silencio, como una forma de comunicación, para saltar a la expresión de la emoción, al pathos que persuade al espectador y lo empeña en hacerse dueño de lo vivido en la protección del otro amado, por más que los amantes no se digan nada con palabras y sólo queden los gestos, los modos del amor, quedan aquellas fracciones de segundos que se llevan en el cuerpo, en la piel, en el alma.

Es fáctico. Si el artista hubiese callado su no vivido y no se hubiese puesto como ese hombre de las cavernas, luego testigo, y posteriormente como propietario, no se habría podido disfrutar el movimiento del poeta, quien como el bailarín, deleita con su creación. El momento callado hubiera sido un espectro, un ánima perdida en el limbo de la creación. Esa suave imagen regala una emoción, cuidado al ser amado: poesía porá… una punta que pese a que pudo haber sido callada a la orilla de cualquier río es eterna, es bella, es una voz que fue no dicha y que se la lleva el río...

miércoles, noviembre 19, 2025

Las mariposas de fuego y el vuelo al pensamiento (Ensayo al poemario “Murmullos” de R. Cura.).

Poemario “Murmullos” de Ramón Cura.


*Imagen de tapa: Las mariposas son libres.

** Primera parte del ensayo Las mariposas de fuego y el vuelo del pensamiento.

I.                Mariposas de Fuego: 

A mis manos llegan “Murmullos” casi por obra del destino. Una invitación a pensar desde el punto de fuga de la poesía de Ramón Cura: tan próximo como compañero, amigo, referente de mil batallas, pero tan lejano como el testigo documentado, archivo parlante, disco rígido codificado con una clave indescifrable.

La lectura de sus versos libres, fuera de métrica, profunda en el pensamiento es un ejemplar vivo del calor y del color de la tierra colorada. Lleno de amor y de curiosidad por el descubrimiento del código secreto que guía el pensamiento del escritor emprendí el viaje exótico y volé en latitudes poéticas eternas. Sus letras: un pensamiento del pensamiento, una poesía de la poética, una estrella en el cielo, una pluma natural entre millones de plumajes técnicos, el nombre de lo nombrado mil veces en razón de la memoria y de la lucha. 

El espíritu del poeta poseyó el cuerpo de un hombre de acción. Y como las mariposas que se acercan a las llamas las alas del pensamiento se transforman, poco a poco, con el paso de los poemas en las páginas del poemario.

La Musa viene quién sabe de qué indómito rincón dejando la prosa de lado para  hacer experiencia hasta el fondo de una escritura exótica. Y, como aquel que en un día de verano necesita una piscina, me lancé a la lectura de sus letras exóticas; página tras página se hace experiencia a fondo del “puntazo” en una escritura caliente pero tierna, hilarante pero seria, asincrónica por la salida de la medida, pero sincrónica en la profundidad de la sensación; fundamental en la cosa misma del pensamiento.



El poema es la voz escrita por la pluma de un tucán, un pájaro exótico de pico largo, pero con ojo de águila, sagaz, preciso en la imagen. Capta la presa y la lleva a un cielo transformado y abierto a nuevas experiencias.

Y así como las mariposas lucen hermosas en la imagen de tapa, el pequeño tucán parece inofensivo en cada pie de página pero trasunta la cosa misma de Misiones: la Libertad de la naturaleza, la responsabilidad en el trabajo de la tierra, y la transformación del ser cada vez que recrea alguna costumbre de la tierra colorada. Caricia al alma.

La letra de “Murmullos” recuerda el yaguareté que tiñe de rojo brasa sus patas y sigue los pasos perdidos del misterio del yasý. Es el registro de una inteligencia colectiva en la que medió la fuerza del hornero de la suerte como intermediación entre el pensamiento universal, la voz escrita popular, la edición y publicación de la obra.


Simbiosis, armonía justa, mixtura entre el yaguareté libre del monte y el hornero de la suerte resultó en el poema estructurado en versos sencillos atípicos, que logró la latencia y cadencia propia de la madre tierra: verdegris, el monte, la pasionaria, la fruta de la pasión, “Murmullos”, entre Norte, selva y río, duendes y mariposas en solitud, pero no en soledad porque sus líneas acompañan.

Un cóndor pasa de previo al poema.  Disclaimer, un descargo de responsabilidad. ¿Cuánta verdad se esconde detrás de la primera cláusula de ese descargo de responsabilidad? No hay peor compañía que la soledad y con el paso de los años el tucán joven aprende del compañero tucán más viejo. Y por más que el paso del tiempo siempre lineal, irreversible y adorablemente irrepetible arrase vuelve a hacer experiencia hasta dejarse ir al fondo del ser para poetizar en el silencio, sin expresar lo no dicho, lo que se calla por miedo, vergüenza, o piedad en la esperanza de que en el pueblo habrá un momento mejor para hablar. Silencio… el llamar exótico del tucán en la numeración de las páginas se apilan de manera estática... 

El aleteo de la mariposa transforma un huracán de pasiones en la selva y en la cordillera el cóndor pasa cometiendo errores, se aparta de la hoja de ruta, y ve desde las alturas un colectivo siniestrado, su extremo izquierdo todo roto, y sus pasajeros pelean en una lengua internacional que ya nadie comprende. Apartado un hombre que quedó solo en el camino y con la poesía en la mano pero desde la lejanía el lector acompaña y desde la proximidad el adversario debate.

Quizá la culpa, imprudencia o impericia del conductor que no halló el centro, no miró bien ni a derecha o izquierda, y extremó el ajuste de la cuerda con una clavija que ya estaba agobiada de mil luchas y batallas en vano. Quizá el chofer no tuvo en cuenta el “clivaje”  y el coche saltó fuerte rompiendo la suspensión. Y en su vaivén alguno se golpeó la cabeza quedando un poco tonto, soñador, loco o poeta. ¡Qué importa! ¡De loco y poeta todos tenemos un poco!

El tiempo hizo que las mariposas se acerquen demasiado a las llamas y trajo consigo la salida del colectivo y la cordillera se llenó de cóndores, un corte, una quebrada, un desierto tétrico y la pluma del poeta en solitud pero no soledad, ya que estar lejos y en solitario con el murmullo de la pluma de la urraca o de un cuervo siempre activa el pensamiento. ¡Peligro, dijo el peligroso! El presagio del tucán invita a un mundo cargado de señas y contraseñas, algunas que quedan no dichas y misteriosas otras que se expresan explícitamente con el calor y la humedad de una lluvia de verano recordando esa tierra roja: una siesta misteriosa, un cuervo negro picudo, un tucán comiendo de la pasionaria, una hermosa y pequeña urraca tomando el agua de un charco.


Y, sin embargo, por más que opere la transformación del ser los “Murmullos” en el recuerdo traen la imagen indeleble de una gurisa que baila muy descalza bajo la lluvia, con las ojotas en la mano. La pluma del tucán viene cargada también de tinta lasciva. El sentir por la mujer amada y perdida, el domicilio dejado, el enrutamiento  abandonado, esa fotografía carcelera,  clandestina, que siempre estará escondida en algún lado. Con el enigma de una caminata nunca ocurrida entre siesta, humedad, aguacero de verano, piso caliente y mojado, ambiente vaporoso. “Mormaso”. En el recuerdo de una mano nunca tomada baila la memoria de tu zaguán chiquito en el que ni siquiera una lluvia muy descalza de algún otro carnaval, por más que sea la lluvia linda de Salta, hará olvidar los besos húmedos de aquella gurisa inocente de ojotas en el barro y de chipá en el canasto.

La suerte está en la acción, la palabra es acción, y de ella deviene el pensamiento. No hay pensamientos (plural) que sean peligrosos, sino que lo que ´es´ peligroso es el pensamiento (singular).

En la solitud del pensamiento y en su murmullo se presenta un compañero peligroso, pero necesario, que invita a recordar y tener memoria con información y formación de juicio, ya que activar el pensamiento es activar el vuelo de la mariposa cerca de las llamas, y en su devenir está la suerte del hombre de acción.

Murmullar: de la palabra y su acción deriva un nuevo accionar, una transformación, un recuerdo mítico acorde al tiempo vivido que enseña una actitud a no sobredimensionar el cielo y las estrellas, pero tampoco a sub-dimensionar al Universo, sino que a justi-dimensionar la vía ancha, para ubicar en la coordenada precisa a esa mariposa que aletea en la vía láctea y evitar que el colectivo pierda más pasajeros, o tenga nuevos accidentes y que en su transformación conduzca a una nueva forma de destino común y organizado, esperando la segunda venida del Señor que juzgará a quienes fueron justos y a quienes fuimos injustos.


jueves, noviembre 06, 2025

En el circo eran cinco hermanos… El payaso, la mujer maravilla, el domador, el botellero y el mago. (Estado sí o Estado no)

Había una vez un pueblo chico de una frontera muy, muy lejana, donde la risa y la alegría habían sido expropiada en beneficio de pública utilidad donde el Estado era el dueño del circo. El León tenía ínfulas de Libertad y, en realidad, estaba más enjaulado que nunca; el enano era uno solo y cada día que corría tenía menos participación en el espectáculo circense, los acróbatas ya se habían dado varios golpes y decidieron abandonar el negocio por falta de garantías; y la decencia de la mujer de maravilla hacía equilibrio en la cuerda fofa de los acróbatas.

 

Cuando no había espectáculo la estética de la mujer maravilla se paseaba tras bambalinas en los camarines de los chistes malos del payaso y de la varita cada vez más floja del mago, quien durante las funciones diarias se dedicaba a buscar su serrucho perdido.

 

En aquella frontera lejana por la tarde comenzaba la obra. El presentador era el payaso, él siempre muy agradecido con el escaso público, convocaba al domador del león, quien con maullidos de felino domesticado salía de la jaula y obedecía las órdenes siniestras del domador montado en sus zancadas de gallo. Prendían fuego la argolla, pero el león ya no saltaba. Tiraban un poco un hueso, pero el león no se movía. Con más pena que gloria el rey de la selva se retiraba.

 

En la pausa de la función pasaba el vendedor de bollos para sostener la recaudación del circo, la masa frita con azúcar y rellena de crema o dulce solía ser una bomba al sistema digestivo de los espectadores. Entrada la noche se escuchaba aparecía el botellero que pasaba recolectando los envases de las botellas al grito de: -“booootellero, booootellero”…

 

Para finalizar la obra, el mago se servía de la asistencia del bollero y de la mujer maravilla, quien aparecía con un cambio liviano de ropa que dejaba ver un ojo tatuado en cada glúteo, por lo que a su retirada era imposible no verla a los ojos. Infarto.

 


El mago preguntaba al bollero cómo había ido la venta en clara referencia a su interés por la recaudación entonces. Entonces el bollero pasaba la canasta a la mujer maravilla para contar el dinero. Mientras se hacía el recuento del dinero aparecía en payaso con el serrucho en la mano argumentando que lo encontró debajo del león dormido. La herramienta a manos del mago.

 

Mientras, la mujer maravilla sacudía un poco la canasta y contestaba, quedan dos bollos, uno con crema y uno con dulce, pero pasaba el payaso y se robaba un bollo de dulce y en el tumulto la mujer maravilla se comía el bollo con crema entonces.

 


Entonces el mago, que era recaudador, le daba la canasta al payaso y los echaba del escenario junto al bollero que se iban maldiciendo con las manos vacías después de haber trabajado toda la función. A la retirada del payaso y del bollero el mago hipnotizaba con su varita a la mujer maravilla. Pase de magia. Conejo negro. Palomas vuelan.

 

Con un poco de crema en la comisura de la boca, la mujer maravilla caía rendida al hipnotismo del flagelo mágico. El mago golpeaba el serrucho contra un hierro y la serruchaba al medio. Con el dinero en el bolsillo y dándole al serrucho el mago le limpiaba la crema de la boca a la mujer maravilla. Partida al medio.

 

Y en eso aparecía el domador con el león domesticado, con un collar y maullando como gatito. Pregunta cuánto habían juntado de la recaudación y junta el torso y las piernas de la mujer maravilla. Une las partes y se la lleva, junto con la recaudación.

 


El público presente pero inmóvil y el domador se llevaba a la mujer de la maravilla de la cintura, caminando y en perfecto estado. Mientras que en el fondo del circo el bollero se sacude solo la harina porque mañana tiene que seguir vendiendo para la recaudación del circo y el payaso en su camarín llora enamorado y le habla a la pared de su camarín vacío: “la mujer maravilla come el bollo del domador, es un mal necesario, él es la autoridad”.

 

Había una vez un circo en un pueblo de frontera…


miércoles, noviembre 05, 2025

Volver al Futuro: La locomotora del Tiempo busca otra Estación de Fuego (Acto Creativo)

Hace unos días cerca del mediodía en la plaza Colón de Córdoba ví un grupo de cuatro chicos jugando a las escondidas y volví al pasado con recuerdos de la infancia. Los niños corrían para esconderse, mientras otro llevaba la cuenta en la piedra, algunos escondidos se paralizaban cuando les alcanzaba la vista, y al cabo de unos minutos todos terminan descubiertos. Sin nombre de cobertura, de repente, apareció el adulto a cargo: la imagen se lentifica, el calor del juego disminuye, el grupo de chicos se concentra en el centro de la plaza, la imagen casi que se paraliza, y la remite a un pasado de inocencia sin prisa. El juego termina. El adulto, el quinto individuo, distribuye bolsas de consorcio a los niños que deben venderlas en el rojo del semáforo frente a los arcos dorados de la globalización de la avenida Colón.

 


Durante el juego el ser recuerda imágenes cargadas en su memoria y la aparición del adulto cataliza el tiempo y lo regresa del pasado al futuro, el adulto del juego, el quinto sujeto del grupo, el recaudador del producido de los niños consume la imagen de tiempo. En ese sentido dice, la Estación de Fuego (EF) de Numy Silva: “…Quédate en esta constelación de besos…”.

 

La imagen de los chicos jugando a las escondidas inicialmente parece inmóvil con la inocencia de esconderse ante el temor de perder el juego. Al cabo de unos segundos, el chico que lleva la cuenta descubre al primero; es como cuando con el paso de las páginas de la EF se descubre al primer niño que está escondido.

 

Así como en las escondidas de la plaza, la letra en verso de la EF es un espectáculo sublime. El espectador se percata de que en realidad las imágenes siempre estuvieron ahí; primero escondidas; después, en cámara lenta se delatan y van directo al corazón. La extrema lentificación inicial de las imágenes hace un ser inmóvil, casi petrificado, pero el fuego se alimenta y las chispas viajan al cosmos de aquellos niños que corren en la plaza para darse la piedra libre los unos a los otros.  

 

Las páginas reemiten a una sensación de familiaridad y extrañamiento de imágenes. Un dibujo escrito. Un ser que lentamente se consume de tiempo, un quinto individuo del grupo de las escondidas que está ahí presente y que observa el juego de los niños. Al inicio de las páginas de EF la familiaridad de la letra transporta al ser y lo lleva a un acercamiento de imágenes comunes. Con paso de las imágenes sobreviene el extrañamiento de las pasiones y sensaciones: los niños juegan en la plaza un juego de amor, el espectador sólo mira, no participa.

 

Con paso de las páginas de EF, el poema toma acción y ese extrañamiento, hace un llamamiento al ser e invita a jugar, convoca al sentir: “Escribiré tu nombre / en la arena / en la piedra / del tiempo / en cualquier rincón / del universo…” (Página de besos. EF. Pag 29.)

 


Pareciera que esa niña que escribe es la niña que vi jugar en la plaza: desea escribir en la piedra el amor que quiere encontrar y que pese a que lo busca no lo encuentra. Es una niña que hace la cuenta con los ojos tapados y el deseo prohibido de la piedra libre la empuja a correr por la plaza, aunque en esta instancia del poema aún se encuentra en la clandestinidad de la vida privada a diferencia del juego de los niños de la plaza que ocurre en el espacio público y gritan a los cuatro vientos su divertimento. Es una niña que aún mayor desea el encuentro del Nordeste de la vida, arriba y a la derecha, mirando una coordenada quizá ecuatorial, al centro del Mundo, entre palmeras, arena, mar, y aceite de coco, una cartografía caribeña que traiga para abajo por la vía del amor y del romanticismo la locomotora de lo prohibido.

 

El poema de EF exige una atención a la que el público no está habituado porque, hoy por hoy, la reproducción de la obra de arte se acomoda a un espectador distraído. El espectador es un juez que ya no espera. Todo es instantáneo, inmediato, efímero, vía streaming. Ya no queda tiempo para disfrutar de la brecha o intersticio del tiempo y abrigarse en el calor de la llama que dispersa la lumbre en la oscuridad y se haga ceniza en la claridad.

 

Contemplar la estética de la llama, las chispas, y la ceniza de las imágenes de EF es centrarse en aquellos recuerdos de la infancia del primer amor y con-centrarse en su cine, en su pasión, en la ternura de sus besos y latidos. Es disfrutar de un juego siempre presente –como el moverse de los niños en las escondidas-, es el espectáculo lo que produce placer y en su hendidura el ser hace del tiempo, irremediablemente irrepetible, un momento partido entre pasado y futuro que está compartido en presente: las imágenes de EF se comparten como los niños comparten su juego de la mancha en la plaza Colón.

 

Crear, recreo, y re-crear

 

En términos genéricos la obra de arte es interpretada conforme a la carga de imágenes que tenga el ser en su memoria, en su base de datos, ya que lo que caracteriza a la especie humana es la razón y el sentido común. En esta característica tal vez la especie humana pueda ser análoga a la máquina.

 

Sin embargo, antes de su interpretación se encuentra la instancia creativa de la obra, un momento específico de la especie humana, y que lo distingue de la máquina y de las otras especies: la imaginación (imago).

 

La creación de una imagen es encontrar el Nordeste de la vida y se produce entre dos polos opuestos en un clima entre despolarización y repolarización, un clivaje entre dos campos antagónicos, entre ciudad y aldea, entre juego y seriedad, entre ajuste y des-ajuste de la clavija de la cuerda de la guitarra, y entre la rima de las sílabas sonantes o asonantes y el verso libre, o entre la vibración del sonido y el silencio, entre el gesto y el movimiento del rasguido en el subir o bajar la mano.

 

Encontrar el polo creativo y soltarlo a la realidad para que descienda como un tren imparable en bajada tratando de que encuentre alguna estación de fuego donde aparcar. Localizar ese centro creativo es un punto de encuentro donde se produce el acto creativo.

 

Crear es encontrar el polo entre ciudad y aldea, el tono adecuado, la pincelada bonita, la melodía gustada, la armonía perfecta, el gesto entre suspensión y movimiento, el silencio en el sonido, entre la guerra y el amor, entre la paz y el odio. Ese centro creativo aparece explícito en EF en versos de alto voltaje: “…para ubicarte / en el centro de mi latitud ardiente…” (EF. Pág. 17), el inconsciente creativo emerge y se patentiza en voltajes de una sinrazón de un fuego carnal que todo lo consume en ser y tiempo pero que intenta mesurar con seriedad y razón: “…para neutralizar / espigas mordidas de sequía / para insertar estrellas / en ojeras que amanecen…”, continúa el verso libre del mismo poema “Voltajes de Ternura”.

 

Generar alto voltaje es parte del acto creativo que se sabe con la culpabilidad del criminal y que ya no le interesa ser descubierto. La clandestinidad de la vida privada es abandonada y la escondida se juega en la plaza pública. Un criminal que sabe responsable de su conducta criminosa y se entrega a un juez del tiempo que declina la competencia y que, como siempre, lentifica todo lo que toca y la imagen se llena de tiempo. Ojos tapados. El público no ve la culpa del delito, sino la profundidad de la pasión del criminal, su motivación artística e intenta dar a cada uno lo que le corresponde.

 

Quinto sujeto, adulto responsable. Los niños abandonan el juego y se ponen a vender las bolsas en la calle. El recreo terminó. El acto creativo poético deambula en las oficinas burocráticas. El tiempo pasa, la ausencia mella el alma y la emoción es tan profunda e intensa que se hace necesario volver a recrearla a un año de los abrazos y besos, dice EF. Es la imagen de todo amor y de todo dolor, de haberse compartido y de saberse ahora partidos en una instancia desfigurada por la ausencia del ser amado. Múltiples ausencias contabilizan en la partida doble que no se logran conciliar: i. la tarde que ya no está; ii. el sabor agridulce de las guayabas; iii. las guerras en nuestros parpados; iv. Tu voz derramándose en las alturas de mi cuerpo.  

 


Desde el Nordeste de la vida, pasó la locomotora imparable en bajada y se llevó puesto todos los frenos y las contenciones posibles de la identidad individual y produjo transgresiones e infracciones de la carne y del espíritu, por más que pasen Mil y Una Noches de risas el sultán no desea indultar la pena; por más que La Cueva de Alí Babá y sus Cuarenta Ladrones esté llena de focas aplaudidoras y sus bienes gordos jueguen a las escondidas todavía la caverna tiene el recuerdo del ladrón cuarenta y uno; y el deseo quedar ausente en la estación se perdió en los laberintos de la piel, en el silencio y la oquedad del interior de La Lámpara de Aladino y el Genio, porque otro se llevó los besos hace del tren que no venía a la estación.

 

Re-crear, volver a crear

 

Pudiera volver a nacer un miércoles de cenizas e igualarme a todos los hombres que fueron concebidos con dolor, sudor y hedor de parto. Pudiera volver a nacer un miércoles de cenizas como consecuencias del fuego y del amor de mis padres. Pudiera volver a sentir las campanas de la Iglesia y en su llamamiento, olvidar mis pasos en falso para acercarme con risa y alegría a una fiesta de domingo. Pudiera volver a nacer y recordar aromas y sabores de la cocina de mi abuela y del dulce de guayaba o de la mermelada de durazno o de Higo, que perdí en el camino.

 

Esos gustos, sabores, e imágenes no dicen palabras, no dicen nada que puedan ser entendidas por el oído, no llaman, no hablan y, sin embargo, se sienten e interpretan. En las tardes me acompañan y me envuelven, me estructuran. Una estructura como la de los chicos jugando a las escondidas en la plaza. Agridulce. Recuerdo de trigo verde, de monte, de río y de guayaba, con el envolvimiento del sonido de las campanas.

 

Volver a crear, re-crear, para encontrar el nuevo polo de estructuración de ser y tiempo, ajuste y des-ajuste, entre repolarización y despolarización, entre recuerdo y futuro. Volver a la casa del padre creativo es genio esquivo eso es lo que fue para mi EF de Numy. Pudiera volver a nacer y mi espíritu más impetuoso, pecaminoso, culpable y reprochable. O virtuoso y admirable. Pero queda decirse algo sin necesidad de hablar. Esto significa para mí el tren que viene, su fuego y las cenizas, el agridulce y la guayaba, las campanas y el retorno a la estación del padre creativo.

Este significado de fuego y ceniza lleva incita la imagen de una batalla: de guerreros amantes. La satisfacción de haberlo dado todo hasta morir en manos del enemigo. Y si la guerra continúa, ya que solo los muertos conocen el final de la guerra, mientras el ser espera el tren que los vivos disfruten de la poesía de la estación. Ya que la única instancia legal perpetua es el infierno y el tiempo todo lo cura.

 

En un cuartel los soldados también viven una estación de fuego y he oído que siempre esperan algo, que no se les pase el tren. También he oído en ese cuartel, que era una especie de limbo en la tierra, como cuando los niños venden bolsas en la calle, a alguien decir que su institución es el infierno de una burocracia desconocida: un Estado dentro de otro Estado. He oído que la vida es el castigo que sufren los condenados en esa burocracia desconocida. Pero entonces, ¿por qué los soles? ¿por qué los ganchos y las estrellas? ¿por qué las aspirinas para el dolor de cabezas? ¿Por qué estar de espalda con espalda o arrastrarse en el pasto hasta no poder más?

 

A menos que se piense que para hacer más difícil la pena aún más vil y sutil el castigo ha sido colocado exactamente en el paraíso en esta tierra que parece una guerra. Eso es justamente para mi estar acompañado de un montón de seres con capacidad de imaginación y de crear, de tomarse recreos, y de re-crear en esta estación jugando a las escondidas.


miércoles, octubre 29, 2025

Lembranza da Rosinha: la historia del policía Z con un Dispositivo Jota


CUENTA LA LEYENDA que en La Rosinha de Rio de Janeiro patrullaba un raro policía que creía en la verdad, la perfección del sistema legal, en la seguridad y en los valores de Orden y Progreso en Brasil y tenía una combinación de policía autoritario parecido a Callaghan de la película de Harry “El Sucio” y de policía yoguini parecido a Josh Harret de Hollywood: Departamento de Homicidios.

El servidor de la Ley se llamaba Joao, provenía del sector pobre de la población y sus camaradas lo llamaban policía Z en referencia a la simbiosis de sus valores democráticos, de respeto a la ciudadanía y porque en la guerra en contra del crimen organizado apretaba el gatillo y después preguntaba. Su día a día transcurría en una comunidad teñida de prácticas corruptas en su institución, violencia en las calles, maconheros favelados, y clases online de yoga y meditación.

En interacción con su jefe, en la delegación sede de bandidos sueltos y tras las rejas, el superior lo miraba con cara de qué nuevo derecho humano habría de comentarle en la oportunidad y la conversación siempre terminaba con el mismo diálogo, le decía el comisario:

 

-                     Zeta, si quieres reír tienes que hacer reír. -Refiriendo a que debía tener cintura entre la aplicación del modelo del policía autoritario, conocido como el policía malo, o policía X; y el policía al servicio de la Ley, policía bueno, o policía Y.

El policía Z todas las mañanas se uniformaba de Policía Militar azulynegro camuflado, calavera tatuada en la piel, en la cintura llevaba su arma reglamentaria, se protegía con un viejo chaleco antibalas, y un obsoleto dispositivo telefónico al que había denominado Jota entre sus otros aparatos tecnológicos por la inicial de su nombre.

Como una mañana regular empezaba en la delegación con una clase de yoga, meditación, y respiración controlada, al estilo de control de criminalidad, despacito sin que Harry El Sucio se despertara en su interior. Sonaba el viejo dispositivo Jota y debía salir a la calle. Ese día era para lo que se había preparado: el narco bombardeando La Rosinha con drones, ametralladoras, bota táctica militar Under Armour en pie bandido; el narco opera dispositivos electrónicos desde puntos de conexión móviles, escudándose en la población de la favela, emitiendo órdenes y contraórdenes a sus halcones (menores de edad, taxistas, repartidores de aplicación) que son sus ojos en el terreno. Franja de Gaza en cartografía Carioca.

Y el dispositivo del policía Z ya es obsoleto, su arma reglamentaria, su chaleco, y nada mas que su formación en la escuela de policía militar de Brasil. Una vez en el morro el policía Z no es un camaleón, es amarillo cuando todo se tiñe de humo negro. Transpira frío. Camina en los pasillos de La Rosinha y huele perfume francés, se dirige a la locación y por la ventana de una vieja instalación logra divisar en el interior a unos jóvenes con headset con micrófono colocados, flacos, dedos largos y finos, que tipean y cliquean a toda velocidad, gritan, y ríen. Fiesta. Gatillo fácil del Counter favelado. Vía dispositivo Jota da aviso a su base de la locación de comando y control de la organización que se resiste a la acción policial y estatal de represión de la droga y el delito. Silencio.

Resiste unos momentos más y las detonaciones aumentan. El perfume se disipa. Silencio en su dispositivo obsoleto. Inhibidores de señal. El dispositivo Jota muerto. Y el dispositivo militar que coordina las acciones de control de criminalidad en La Rosinha intervenido. Silencio en el dispositivo militar que trazó el Estado para repeler la acción del poder paralelo que resiste con uñas y balas el dominio territorial de La Rosinha. Ante el silencio, se persiga, mira los brazos extendidos del Corcovado, y abandona el traje de policía Zen, se viste en piel de policía malo y Harry El Sucio irrumpe en escena y da muerte a los adolescentes que comandaban los drones que atacaban a sus compañeros morro abajo. El enemigo sin saberlo se amontona en cadáveres; el grupo de adolescentes comandó sin saber un escuadrón de drones que atacó a la policía.


Policía Zen ese día termina en el confesionario del cura, abatido de dolor y tristeza por haber neutralizado el centro de comando y control del narco en La Rosinha. El día termina contrariado por matar al que juega con la violencia sin saberlo. Rio de Janeiro humea. Las transacciones cripto continúan su flujo en las conexiones de todo el Mundo. Y la entropía del sistema se mide en acumulación de cadáveres. Y el malandro se pregunta: ¿tendré suerte el día de hoy?.-  


martes, octubre 28, 2025

La estación de fuego: inoperositá corporis: la nueva felicidad

El fuego enseña cercanía y a la vez lejanía. Imágenes que transportan al sentir la ausencia y la presencia. El fuego en su crepitar fluctuante e impredecible remonta al paso del tiempo irreversible, irrevocable el chasquido de la chispa que detonó es irreproducible un tren que pasó, un vagón que sonó, un durmiente que tronó. Mientras en la estación pasa y pasa otro vagón ya nada será igual en la ausencia, ya todo será diferente en la estación. Porque si sólo te quedas mirando e inoperante la estación es de fuego: el cuerpo está en descanso: es una nueva felicidad, la delicia.

Con el cuerpo inmóvil lo tienes todo y sólo estás en la estación y te quedas ahí: "...en esta constelación de besos,/ en este mes ardiente/ con mi sonrisa y tus brazos,/ (...)/ en este resplandor de dicha,/ en esta estación de fuego./ (...)/.". (Estación de Fuego N. Silva Pág 9. Julio 1991. Comp. El Territorio. Impresión Panorama.).

Quedarse y estar en una estación es una forma de ser y estar en el universo porque por más que la que la constelación de besos se dibujen de diversas formas siempre estarán las estrellas pintadas en el lienzo del cielo. El cuerpo inoperante del otro será el firmamento donde se dibujen constelaciones de dolor y de placer, de amor y de odio, de angustia y de paz. Y en esa inutilidad del cuerpo, cuando ya nada queda por hacer más que solo estacionar, ubicarse en la estación parar detener la marcha y contemplar el fuego.

La inoperositá corporis es ver el estado de cosas o el estatus del ser. Y del existir que se destruyen. Para que el dolor sea la mejor docente de las experiencias vividas y por más que haya otro cuerpo en el momento de la inoperositá, de inutilidad, de inanidad o de inoperositá ya nada queda por hacer mas que solo yacer. La inoperositá corporis es una forma de estar y de estacionarse, en la estación, en una estancia de fuego. Y en esa estancia  es cuando el universo arde, como cuando arde el Reichstag y las leyes se queman y no resta edificio por amar, la sede del amor es solo la inoperositá, la nueva felicidad, una delicia.

Y años más tarde el dolor enseña y es docente que enseña con brutalidad y el alumno se rinda a la contemplación, ya no se puede aprender más que solo la pérdida y la soledad. Con angustia la estación de fuego es un espectro del amor que fue en el pasado. Ya que una estancia de esta naturaleza es condicionada a su alimento: al roble o a la paja que alimenta el fuego. Sabiendo que no resta nada más que enamorarse de los propios errores y hacer de ellos una razón de estar (raison letatt). Admitiendo que siempre los errores serán la causa primera en el segmento lineal del tiempo y la verdad siempre será la última estación o la penúltima estando en la inoperositá de la estación.

Al apretar la mano del otro cuando no vemos ni oímos más que el vagón que nos toca y ya no se debe subir porque su destino es el final del poema. Y en esa finalización sólo queda el juicio y la condena sin jamás darse tregua y sin piedad hasta romperse las almas.

Y tratar de movilizar el alma en esa estación de inoperosidad es reconocer que las piedras parecen más tiernas que la carne y que el fuego de un pasto seco más luminoso que el sol. La contemplación de la belleza y de la estática de la estación de fuego radica, no en la acción sino en la nueva felicidad del ser o en la condición hipnótica del fuego. En la belleza la eternidad del momento efímero hace sublime algo pasajero y aprendemos que la felicidad no consiste en ser el último o penúltimo poeta de la historia de los tiempos y de las estaciones, sino entregarse completo a la inoperosidad del cuerpo, ya que ser poetizado por algo o alguien que no conocemos eso es la felicidad: una delicia.

 

Interludio : 

Enseña el fuego de calidez en invierno y de cobijo al frío. En la intimidad del hogar la llama flamea, sus brasas parecieran eternas, la madera que lo alimenta huele a monte nativo. El fuego también enseña piedad y compasión en el momento en que los amantes se rinden de placer y la llegada del tiempo inoperante es iluminado entre claros y oscuros. Cuerpos desnudos. Rendirse a la belleza del otro, del fuego que mata, y a la existencia del leño, es un eterno recuerdo del no matarás y como un vil homicida al fuego hipnotiza y se lleva consigo todas las atenciones. Quinto Mandamiento: "No matarás", y viene el cambio de marcha a fondo del pedal, el motor de la locomotora pide más solo. Y viene una nueva marcha que imprime una nueva la velocidad: más acción.

Pero es una sobremarcha de felicidad para no gastar más de lo debido en territorios de fuego, latitudes inéditas que subyacen en vestigios de una civilización tropical como si fueran las autopistas de Obebrecht jugamos a rápidos y furiosos entre sábanas de la vieja Panamá y prendemos el fuego de las gomas con el alcohol del ron y la brasa del tabaco nos escondemos en el humo de la pista y aplastamos la noche a toda velocidad... yo tan Toretto, vos tan Leticia. De pronto el fuego baja y denuncia una estación que quedo atrás en el tiempo quemada, ardida, resentida, ida, y desde su ceniza surge un fénix de muerte y desatino. Una última llama viene con delirio y el cuerpo se abandona y el tacto otra vez en el olvido…  Que me ha enseñado el fuego: la delicia, yo tan Toretto, vos tan Leticia…

En la memoria del incendio solo queda un espectro, una casa abandonada, la lámpara del genio extraviada, un chorrillo. Y como el político que no cumple con su promesa de apagarte el fuego con mis besos y lamerte tanto los labios que hasta tu boca se pusiera celosa fuiste una flautista que se llevó los niños de mi inocencia. Ya no tuve donde esconderme y allí quedo mi corazón oculto, reservado, clandestino, navegando en privado, un punto móvil, para sentirme un gigante invulnerable, pero corriendo el riesgo de siempre tener que volver por recuerdo. Y en ese domicilio sentirme de nuevo vulnerable y en el fuego de una nueva llamarada, en un nuevo domicilio, remita nuevamente al quinto mandamiento y me abandone al recuerdo, a lo ido. Un fuego lento, fantasmal y la ternura de tus besos que antes corrieron en el Chorrillo, una delicia, yo tan Toretto, vos tan Leticia...