jueves, marzo 06, 2008

Inseguridad: ¿una sensación?

Un vecino de Posadas habla de inseguridad azotado por el tormento de no tener certeza sobre cuál será el futuro de sus bienes, o de su persona, si un buen día un ladrón entra en su casa. Un comerciante habla de inseguridad cuando otro delincuente entró en su negocio y se llevó todo cuanto encontró a su paso. Una madre posadeña habla de inseguridad cuando su hijo murió sobre el asfalto en un choque, o tal vez en un boliche. Un abogado de tierra colorada habla de inseguridad cuando las reglas de la judicatura a veces se cumplen y otras veces no. Un empresario extranjero habla de inseguridad cuando no quiere invertir en Argentina. Los amantes viven inseguros por temor de que su furtivo vínculo sea descubierto.
¿Qué mal es el que fustiga cruelmente a la sociedad cuando siente inseguridad? ¿Qué secuelas sufren los ciudadanos, estoicos contribuyentes de un Estado con superávit, por la falta de certezas que domina la cosa pública? ¿Qué no hizo la comunidad para que un ladrón sea lo que es? ¿Qué dejó de hacer esa madre para que su hijo muera sobre el asfalto? ¿Qué dejó de hacer ese abogado para hablar de inseguridad jurídica? ¿Qué dejaron de hacer los encargados de negocios de Argentina? En definitiva, ¿qué dejó de hacer el gobierno para que Argentina caiga en el desconsuelo de ya no ser? ¿Los amantes, acaso, dejaron de lado sus votos y principios por amor?
Una sensación dice al comprador de una boleta de lotería: “hoy sacas el premio gordo”. Un peinado refinado o audaz genera sensación en una fiesta; también unos hermosos ojos negros generan sensación en esa misma fiesta. Por tanto, ¿se puede decir que se tiene una sensación cuando sucede algo malo? ¿El vecino de la víctima de un robo seguido de violación tiene una sensación de inseguridad? ¿Ese vecino tiene miedo? El miedo, lectores, no es una sensación; simplemente es una perturbación y como tal genera inseguridad, que en ese nivel se transforma en inseguridad psíquica por la angustia y la posibilidad de sufrir.
En el orbe del pensamiento aristotélico, la verdad es igual a la adecuación de la cosa al intelecto. Y si se parafrasea a Juan Domingo Perón se podría decir que la única verdad es la realidad. Sin embargo, eludiendo el debate sobre las profusas posiciones doctrinarias que existen respecto de qué es la verdad, se puede decir que aquí, hoy y ahora la inseguridad es una realidad más que una sensación. Y no se trata de análisis diferentes de la realidad. Por lo tanto, la inseguridad es una realidad verdadera y no una sensación. Y la pregunta, más que un estilo literario, sigue siendo necesaria: ¿qué hace ese representante de los misioneros en contra de la inseguridad en todos sus aspectos?, ¿qué hace la Policía en la lucha contra el delito?, ¿qué puede hacer la comunidad para luchar contra la inseguridad y, específicamente, contra el delito, contra la inseguridad vial, contra la inseguridad jurídica y comercial, contra la inseguridad sanitaria? ¿Qué hace ese representante del sector tabacalero y yerbatero para evitar la inseguridad de sustento de los trabajadores de ese sector? Los vecinos de la ciudad pueden luchar contra el delito previniendo situaciones de riesgo. Los trabajadores tabacaleros y yerbateros, por sus derechos, pueden luchar hasta verter sangre. Esa disputa es una batalla real, demasiado material. Ahora bien, mucho más importante debería ser la labor de las autoridades. Pero la pregunta sigue siendo una necesidad: ¿tienen las autoridades intención de luchar contra la inseguridad? ¿Hay vocación política de luchar con la inseguridad? En materia vial, una cifra de más de ocho mil muertos en accidentes de tránsito durante 2007 en todo el país no demuestra la voluntad de luchar contra la inseguridad vial. En materia de delitos contra la propiedad y las personas, no hay cifras aportadas por el ministerio de Justicia y Seguridad de la Nación. Tampoco por Misiones hay cifras. En materia de inseguridad sanitaria, tampoco hay datos oficiales pero se puede observar la realidad de las personas que atormentadas por el miedo de padecer el mal de la fiebre amarilla intentan vacunarse y cientos de veces no lo consiguen. Así es simple hablar de una sensación en un Estado de Derecho donde la seguridad jurídica parece tan vapuleada por las espurias prácticas de la maquinaria política corrompida por el narcotráfico y todo tipo de inseguridad, que a esta altura pareciera ser la única realidad.

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