domingo, enero 21, 2007

Genuflexia: "Alta Conducción" bis

La casa ajedrecística de ese pueblo quedaba en la biblioteca de la municipalidad; afuera el recio sol de la siesta de la capital yerbatera quemaba el pavimento. Las galerías de la dependencia municipal cobijaban al juego de los adolescentes que en un futuro tendrían la toma de decisiones en el movimiento de las piezas de la política provincial, nacional y tal vez hasta internacional. Es un lunes esplendido, en la alcaldía de ese pequeño pueblo se respira un vaho de ansias de poder. Hijos de políticos, militares y maestros se reúnen y comienzan a tejer los designios del mando.
La formula Perón-Perón gobierna formalmente la Nación pero el mando material lo tiene el Ministro de Bienestar Social López Rega, alias El Brujo. El Rasputín latinoamericano complotaba en los pasillos de la casa rosada y ganaba poder en intrigas con militares y sindicalistas. Esa impronta fue la que marcó, 30 años más tarde, que existiera una especie muy peligrosa para la vida institucional Argentina. Es el género de los militares de pelaje inane, que caminan con las rodillas y que están dispuestos a negociar todo por una mecha de dominio del imperio.
A punto de la sumisión democrática del gobierno nacional, Apóstoles era un terruño alejado del bullicio revolucionario. Los movimientos de Fabricio sobre el tablero de ajedrez comenzaron a marcar cierta agudeza. Poco a poco el muchacho ganó voluntades y no las traicionó. La tarde parecía sonreírle ya que de ocho partidas disputadas había logrado cero tablas y ocho jaques mate. Varias partidas ganadas con pocos movimientos. Algunos decían que tenía un don especial para ver la jugada, otros oponentes alegaban desconcentración. Lo cierto, sin embargo, es que los timoratos repentinamente comenzaron a llenar los pasillos de la vida las galerías ajedrecísticas de la municipalidad y del país.
En esa época, las botas al poder no era una fantasía, era una realidad. En ese clima Fabricio tuvo que encaminar su vida. Y decidió unirse al gobierno de las botas. Quiso atenuar la cuestión e ingresó a la escuela de una fuerza de seguridad. Con el tiempo comprendió que las botas sirven para los cuarteles y que los trajes deben ser el justo gobierno de la sociedad civil.Los años pasaron y de a poco Fabricio y sus amigos contrajeron obligaciones. Algunos se casaron y posiblemente hasta tuvieron hijos. Con el tiempo, los jefes de cada uno de aquellos jóvenes que jugaban al ajedrez en aquel interregno revolucionario comenzaron a delegarles ciertas tareas. Fueron convirtiéndose en erguidos señores de la Suprema Conducción. Parecía que las articulaciones todavía las tenían muy rígidas.

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