sábado, enero 20, 2007

Genuflexia: "Alta Conducción"

La convulsión del mayo misionero puso, meses más adelante, en vilo a todo el país. El cúmulo de hechos políticos llevó a desgastar a la imagen de un presidente denominado, según sus opositores, “setentista”. En la provincia la clase política veía azorada la consolidación de un arco social que estaba disconforme con la pretensión de poder perpetuo e ilimitado del más bajo, en estatura física, de todos los gobernadores de aquellas 24 provincias. Luego ese hombre fue catalogado como el peor político del año. Las rojizas calles de la provincia eran un hervidero. Los punteros regalaban comida, las oficinas estatales cedían, a título gratuito, cheques al portador y los dirigentes provinciales de la transversalidad ponían a la cuestión como que todo estaba en las manos de la plebe. Todo era para ganar votos.
A mil kilómetros, al Sur de esa cobriza latitud, los cocineros revolvían el chocolate para el festejo del cumplimiento de los 196 años de la revolución de mayo. Las señoras de las autoridades militares preparan los uniformes de sus maridos. Y ellos estaban imbuidos en una trama conspirativa, que a diario y a cada minuto se cometían en la Alta Conducción. Las maquinaciones pusilánimes llevaron a muchos de ellos a estar de rodillas ante el poder político.
Los acontecimientos sucedieron alocadamente y los sujetos fueron excedidos por la situación. El estado de conmoción los unía con secretarios sin decisión. Y así, en rojo, al modo de un jugador compulsivo, lo único que los movía era apetito de poder.
En Argentina parecía que once meses era un abrir y cerrar de ojos. Así lo creyeron los Señores y Señoras que vivieron la Alta Conducción.
El entramado de circunstancias sucedió entre el gris suelo de Buenos Aires y la colorada tierra misionera, que paseó por las hostilidades del clima del noroeste y por las inclemencias de los fríos patagónicos.
El Norte de los genuflexos es el poder. Algunos lo buscan con sana convicción, otros como medio para obtener riqueza material. La “Alta Conducción” quiere poder para acrecentarlo. Ella no quiere dinero, tampoco acepta ideólogos platónicos.
Aquel concurso de circunstancias fue donde la suprema conducción paseó sus negociados. Quizá en algunas instituciones de seguridad de la Nación Argentina la corrupción y la lealtad sean patrones encadenados. Tal vez la Alta Conducción de esas fuerzas metan sus narices en todo cuanto hay de anómalo. Ronda las remotas, pero cercanas latitudes argentinas: en el escritorio a las 7 AM están los informes de inteligencia de Jujuy, Salta, Misiones, Santa Cruz, Buenos Aires y otras provincias.
En la patria de los inmigrantes se llevan a cabo un sinnúmero de crímenes aberrantes para encubrir hechos de corrupción personal y política. En Argentina las terceras generaciones miran hacia fuera, casi acorraladas. En ese mismo suelo hay salvajes y secretos amores dando vueltas. Sin perjuicio de los que sobrevuelan por la conveniencia y connivencia política.
La Alta Conducción tiene los hilos de todo. Amor, dinero, drogas, manipulación de la Justicia, distorsión de la realidad a través de acólitos medios masivos de comunicación. Tiene sus garras en el comercio interior y exterior, ya sea legal o ilegal. En todo se hallan los pusilánimes señores de la conducción. Son padres, hermanos, amigos, esposos, son hijos.
Algunos más otros menos, las claudicaciones morales ante los espurios intereses son cosa de todos los días. Dentro de la Alta Conducción, la arrodillada como medio legítimo para obtener el fin perseguido redunda; abundan también las causas del tembladeral en el que están sumidos los aprendices de pretensos titiriteros, las fuentes de la genuflexia en los organismos de seguridad interior fueron desmarañadas y nadie hizo nada.

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