lunes, noviembre 13, 2006

Los lápices escribieron, en la red caben todos

Publicado en el Diario El Territorio de Posadas.

-------------------------------------

La paz construye. La soberbia destruye. El orden es el origen de la gran empresa. Y el desorden es el origen de un gran fracaso.
Mirando hacia delante se deja atrás el camino del error cometido por exceso y por defecto. Es terreno transitado la tortura como valor agregado de la detención ilegal. “Ya fue” la falla de clase política para resolver conflictos sin botas y sin armas.
Atrás quedó la tía Eduviges diciendo “por algo será, algo habrá hecho” violentada y escandalizada tras observar a su sobrina Adriana, de 16 años, que expone su ebullición adolescente en clave de “cinco por uno, no quedará ninguno” o “llora, llora la puta oligarquía, porque se viene la tercera tiranía”.
Lo ocurrido en Argentina poco antes y durante la época del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) tal vez fue la guerra de los dos demonios, traducida en la batalla que libraron el terrorismo de estado y el terrorismo subversivo.
Todo enfrentamiento registra bajas humanas y materiales. Fue un pasado violento de melindres que no mercan, un tiempo donde la pluralidad de ideas no existía.
Todo era extremismo, al modo del jugador compulsivo era a todo o nada. La pentíada ideológica de Norberto Bobbio era un desatino del primer mundo.
La noche de los lápices fue espantosa, sellada a sangre y fuego marcó una época de soberbia armada y de fuerzas armadas de facto al poder. De uire había poco y nada.
Jorge Rafael Videla y Mario Alberto Firmenich quizás se conocieron. Algunos dijeron que el líder montonero fue doble agente y entregó compañeros para salvar el pellejo en el ocaso del movimiento extremista.
Despojado de especulaciones lo verificable es que compartían la misma posición ideológica. La extrema derecha, todo era extremo.
Ambos personajes ocuparon roles destacados en los estamentos que representaron. Videla tomó a la Alianza Anticomunista Argentina (AAA). La tripleta, conocida así por tener hombres adictos al turf, fue montada por un ex policía bonaerense devenido en ministro.
Se trató de López Rega, el Rasputín latinoamericano. El acto fundacional de la tripleta fue en 1974 a instancias del General Juan Domingo Perón ofuscado por las constantes maniobras subversivas.
Mario Eduardo Firmenich era el encargado de promover y programar las operaciones terroristas incluyendo en sus filas a jóvenes como él.
Hacia 1973, con el retorno político de Perón, tras la masacre de Ezeiza, un grupo jóvenes llevó a cabo un operativo para acabar con la vida de un sindicalista metalúrgico y secretario general de la confederación general del trabajo (CGT).
El resultado operacional representó un claro apriete a Perón. Ultimaron a José Ignacio Rucci. Fue en represalia de lo sucedido en el partido del aeropuerto internacional de Buenos Aires. Demostraron que estaban jugados. Decididos a todo.
Los hechos de los grupos fundamentalistas allanaron el camino a la dictadura. Esos hechos fueron las ejecuciones como la de Rucci o Mor Roig. Además de los secuestros extorsivos de empresarios como la de Juan Born.
Videla manejó el monopolio de la coacción. Mientras que las agrupaciones montoneras de Firmenich estaban a cargo de adoctrinar a pibes como Daniel Alberto Racero, María Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Francisco López Muntaner, Claudio De Acha, Horacio Ungaro, Pablo Díaz, Gustavo Calotti, Emilce Moler y Patricia Miranda.
Todos esos chicos marcaron una época temeraria y fueron secuestrados la noche de los lápices, ocurrida el 16 de septiembre de 1976, hace ya 30 años.
Un año antes, precisamente el 5 de octubre de 1975, montoneros fusionados con fuerzas revolucionarias de izquierda intentaron tomar el regimiento de Formosa. Fue un domingo temprano a la mañana. Cuando los conscriptos castigados o sin dinero para volver a su pueblo dormían o se bañaban.
El ataque empezó en seco, al todo o nada. Terminó en un baño de sangre. Días después los padres de los jóvenes santafesinos, cordobeses y porteños que compraron la idea de la revolución tuvieron que ir a buscar a sus hijos. Los retiraron de los montículos de cadáveres que quedaron en el regimiento. En otros montículos estaban los conscriptos, soldados y oficiales.
Firmenich, para ese tiempo, hacía 5 años que estaba al frente de montoneros. Ya que en septiembre de 1970 tomó el mando tras el fallecimiento de Fernando Abal Medina, original cabecilla de la organización. Medina con 20 años murió en un encuentro armado con la Policía.
Ni los malos fueron tan malos. Ni los buenos fueron tan buenos. Pasaron los años y en 2006 los que no murieron son ancianos.
Los más jóvenes, como los compañeros de Firmenich, quizás explotan el juego de azar en los barcos con dinero espurio obtenido de los aprietes acometidos en aquella época.
Mario Alberto fue detenido. Lo condenaron a prisión perpetua y, más tarde, recibió el indulto real. Se doctoró en Economía y vive fuera de Argentina, algunos apuntan a la región catalán.
“Todo bien” el tiempo sigue y no para. Los buzones de hierro son de hace 30 o más años. En 2006 y hacia delante los de hierro están muriendo, ya casi no se usan. Los que sirven son los virtuales.
Hoy los lápices escriben en red, en blog. El tiempo y la memoria activa dirán si acertaron o no.
Los lápices de hoy y mañana, por tanto, lejos están de librar batallas armadas en pos de una revolución vendida a manera de buzón inexistente. Están preocupados por el orden de la empresa. Por ahora sólo ven.
Observan pacíficamente cómo la resaca de la soberbia armada sigue con el mismo pensamiento de hace 30 años: la gradación. Sin polarización, ni estratificación, en la red caben todos los jóvenes del ahora y del mañana.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal